Mtra. Carmen E. Acosta Betancourt
Cuando se decidió, por parte de la Dirección de la Prepa, que una servidora sería la responsable de la Experiencia Rural con los alumnos de sexto semestre de Prepa Ibero Veracruz, jamás imaginé los roles que debería asumir, y dejo bien claro: roles, no habilidades, y mucho menos competencias en tal proyecto.
En mi papel de coordinadora del evento, fue imperativo trabajar bajo un mismo sentido con la comunidad seleccionada y con los estudiantes que irían de visita a ella, ahí se inició el rol de mediadora entre los dos grupos sociales, en donde la actividad prioritaria sería la de informar a los unos de los otros y a los otros de los unos; inducir sus corazones, su razón y sus perspectivas para el futuro encuentro. De la misma forma, latente en el entorno, también se configuraba otro equipo que era determinante en el amarre de esta coincidencia social, me refiero al personal docente, quien orientó y asesoró desde dentro esta experiencia y con el cual también fue enriquecedor asumir relaciones de intermediación para el logro del objetivo esperado: Generar espacios de inmersión que permitieran un encuentro con la realidad sociocultural de nuestros alumnos de sexto, posibilitando la promoción de la justicia y la solidaridad exenta de paternalismos y bajo un marco de auténtico servicio con responsabilidad a la luz de Inspiración Cristiana.
La planeación del proyecto fue el inicio de esta compleja y original experiencia, que, dividida en tres etapas (el antes, el durante y el después), cobró vida desde las aulas de la Prepa Ibero hasta el pueblo de Loma de las Flores, una zona rural cercana a Martínez de la Torre, dedicada, de manera general, al cultivo y cosecha de los cítricos en su gran variedad (limón, naranja, mandarina y toronja). Y así, en el antes fue decisiva la participación de los alumnos de segundo y cuarto semestres, quienes a través de las asignaturas de Lenguaje y Literatura, Métodos de Investigación y Habilidades del Pensamiento, fueron instados y alentados a conseguir, en buena lid, su inmediata y novedosa experiencia a través de textos escritos, entrevistas y mensajes de manera virtual.
Ser gestora fue otro rol que sobresalió en la realización de esta actividad, en cuanto a la elaboración de la documentación que tuvo que editarse y entregarse a las personas involucradas en el cumplimiento del objetivo de esta formación humana que se condecoraba con llegar a su punto final en este tramo de educación media superior.
Apostar al trabajo social fue otro rol a desempeñar, cuando hubo que designar el hogar que recibiría a las parejas formadas por nuestros alumnos, donde la intuición y el sentido común jugaron un papel esencial y, me atrevo a pensar, que no hubo entregas fallidas porque todas caminaron.
Indiscutiblemente, el rol de mayor vigencia fue el de acompañamiento, ese en el que se encuentran ecos y lazos y se generan muchas respuestas e, invariablemente, más preguntas que respuestas. No dudo que en este ámbito hubo caminantes de independencia, de autodirigencia y de apertura de decisiones, finalmente esa es una de las competencias a alcanzar, el manejo de sí mismos, lo que me obligó algunas veces a ser supervisora y otras a ser vigía estricta.
La comunidad me retó a ser generadora de producción, en cuanto a que, complacida con el ritmo de los acontecimientos, se entusiasmó y consumió con avidez desde el lazo afectivo que prodigaron nuestros alumnos, las enseñanzas vertidas en los talleres, los momentos de distracción ofrecidos a través del deporte (encuentro de futbol), la música (noche de convivencia musical con el Tecnológico de Martínez de la Torre) y la cultura (Conferencia: “La ubicación de Martínez de la Torre en el contexto mundial de los cítricos”), hasta los beneficios materiales que vieron consumados (la escuela Primaria transformada en su totalidad en pintura y en limpieza) y algunos otros que están en proceso de solución (El techado de la cancha del Jardín de Niños y el desalojo de maquinaria en mal estado, que genera obstáculo para la construcción del parque central de la población).
El papel de evaluadora constante fue uno de los más difíciles, la subjetividad, lo sabemos, en muchas ocasiones gana terreno, pero gracias al apoyo y a la intervención de mis insustituibles, humildes y grandes compañeros en el lugar de los hechos (Rodrigo, Rosario, Silvia, Elías, Juan Manuel y Fernando de Puebla, experto en proyectos de este tipo), así como a las reflexiones finales de cada día y el llenado de bitácoras diarias, se logró tener una evaluación sumativa de este gran proyecto, en el que definitivamente los beneficiarios fueron nuestros alumnos en experiencia, en convivencia, en aprendizajes, en formación humana…
¿No es una maravilla asumir esta pluralidad de roles?
jueves, 12 de mayo de 2011
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