Rolando Maroño Vázquez
Quinto Semestre
La neblina se apoderaba de la ciudad de nuevo, caminar a media noche, más que un gusto era mi rutina. Desearía poder estar acurrucado en mi cama a esa hora, pero no me quedaba de otra más que cruzar la ciudad a su encuentro. Media noche, la niebla estaba muy densa, no pudo haber escogido una mejor noche. La discreción era lo esencial en este encuentro y por más miedo que me diera caminar a esta hora, el riesgo bien valía la pena. Llegué al punto acordado y me recargué sobre un poste de luz esperando su llegada. La niebla me impedía ver así que hacía todo lo posible por agudizar mis otros sentidos, cerré los ojos y me concentré en mis oídos, puse todas mis fuerzas en eso, escuché un suave golpeteo que se iba haciendo más y más fuerte, indiscutiblemente eran pasos. Unos segundos después el misterioso personaje había colocado su boca en mi oreja y me susurraba el siguiente paso. Si las cosas iban como el personaje decía, al fin seríamos libres. Los nervios se apoderaron de mi estómago, mañana a medio día estaría corriendo hacia el palacio de gobierno con una bomba pegada al cuerpo. Un sacrificio. Un sacrificio en pos de la libertad.
miércoles, 14 de diciembre de 2011
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