miércoles, 22 de febrero de 2012

Aldo Raúl Osorio Sandoval

     La tendencia hacia una proliferación de conductas hipermodernas en nuestra sociedad es evidente. Somos el producto de una ideología que favorece el individualismo y, por ende, resulta muy difícil una organización colectiva para la búsqueda de un beneficio común y equitativo.
     Nuestro país se encuentra en rumbo al (o dentro del) apogeo de su mayor crisis social, que es el resultado de una inestabilidad ideológica de progreso como nación, dejando atrás aquel interés en la ciudadanía por encontrar aquellas miradas alternativas con un propósito de establecer una serie de acciones hacia una respuesta a uno o varios problemas sociales.
     Lipovetsky menciona “la era hipermoderna fabrica en el mismo movimiento orden y desorden, independencia y dependencia subjetiva, mesura y desmesura” (Lipovetsky, 2004, p.5). La modernidad dentro de una sociedad tiene como objetivo el desarrollo de la razón, pero este desarrollo se pone en marcha de manera individual; sin embargo, actualmente existe una crisis de valores, y con ella se ha empleado un juego donde el hedonismo es un concepto que prevalece.
     En la actualidad, al tratar de encontrar los factores que dieron luz a esta situación, es muy común mencionar dentro de las primeras opciones la relación entre la competencia mercantil, la comunicación masiva y el consumo. En México el promedio en 2010 de libros de esparcimiento que la población lee es de 0.8 (CONACULTA, 2010, p.2), es decir, no llega ni a uno pero dedica cuatro horas con cuarenta y cinco minutos diarios en promedio a mirar televisión (El Economista, 2011, ¶1). Estas cifras están casi a la par a las de un país desarrollado, “con 30 horas de televisión a la semana, se ven unos 38,000 anuncios al año; una hora de prime time tiene algo así como 11 minutos de comerciales.” (Barros, 2011, p.106). Lo que podemos observar son los resultados de la industrialización, urbanización, globalización, entre otros procesos. Para que la publicidad arroje el efecto de consumo deseado, se debe tener en cuenta ––por mencionar sólo algunos–– los siguientes aspectos del sector seleccionado: educación, relaciones sociales, alimentación, costumbres, situación económica, etc. Esto refleja que existe una gran influencia de la comunicación masiva con la lógica globalizadora de productividad con el corto plazo, y esto provoca que lo urgente se sobreponga a lo importante creando conflictos al establecer qué tiempo se debe privilegiar, “no clase contra clase, sino tiempo contra tiempo, futuro contra presente, presente contra futuro, presente contra presente, presente contra pasado”. (Lipovetsky, 2004, p.18).
     Habiendo analizado lo anterior, podemos preguntarnos ¿nos estamos alejando de la práctica de la razón autónoma? Nuestro país ha estado en función de fragmentos de lo premoderno, lo moderno, lo postmoderno y lo hipermoderno que han provocado un desorden de magnitudes extraordinarias y escalofriantes al tratar de establecer un orden. No debemos dejarnos llevar por la lógica del aquí-ahora, el pasado nunca estará muerto, y las visiones triunfalistas del porvenir deben de surgir ahora más que nunca. La etapa histórica en que vivimos está constituida por tres axiomas: el mercado, la eficacia técnica y el individuo, por lo tanto, debemos plantear que el consumo debe servirnos para pensar, “Los hombres intercambiamos objetos para satisfacer necesidades que hemos fijado culturalmente para integrarnos con otros y para distinguirnos de ellos, para realizar deseos y para pensar en nuestra situación en el mundo...” (García, 2009, p. 69) Debemos de tomar una seria posición por desarrollar un sentido humano en la producción de bienes materiales para que el efecto provocado en la población sea aquel que nos lleve al razonamiento y el aspecto monetario no se ubique en el primer plano. Favorezco la siguiente idea planteada:
     Aunque el ideal terrenal del socialismo y el comunismo se haya derrumbado, los problemas que este ideal intentaba resolver permanecen: se trata de la descarada utilización social del desmesurado poder del dinero, que muchas veces dirige el curso de los acontecimientos. Y si la lección global del siglo XX no produce una seria reflexión, el inmenso torbellino rojo puede repetirse de principio a fin. (Alexander Solzhenitsyn, citador por Eric Hobsbawm, 2010, p.551)
     La problemática ha sido la misma, pero las respuestas que habían sido planteadas en el pasado no mostraron una gran eficiencia, creando una fragilización en los discursos y, como resultado, tenemos pocas certezas; en otras palabras, los países desarrollados cada día se acercan más al límite del caos y lo inestable, trayendo consigo a economías en progreso.
     Las generaciones que desde este momento han decidido trabajar en esta era globalizada se encontrarán con un tejido social lleno de fracturas que necesariamente debe razonar su situación. Tenemos que hacer algo al respecto, no podemos seguir andando por un camino que nos provoca incertidumbre la mayoría de las veces, es algo que la gente de hoy debe darse cuenta. Nos estamos acabando.


Referencias
  • Barros, J. (2011), “Por una publicidad responsable.” Expansión, 1077, p.106
  • CONACULTA. (2011), Encuesta nacional de hábitos, prácticas y consumos culturales. Consultado el 20 de Octubre de 2011 en http://www.conaculta.gob.mx/recursos/encuesta_nacional/2010/Comparativo_Estados_2010.pdf
  • García, N. (2009), Consumidores y ciudadadanos. México: Debolsillo
  • El Economista. (2011), “Mexicanos ven hoy más TV que hace 10 años”, El Economista. Consultado el 20 de Octubre de 2011 en http://eleconomista.com.mx/tecnociencia/2011/10/08/mexicanos-ven-hoy-mas-tv-que-hace-10-anos
  • Hobsbawm, E. (2010), Historia del Siglo XX. Barcelona: Crítica.
  • Lipovetsky, G. (2004), Les temps hypermodernes. París: Grasset & Fasquelle



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