martes, 27 de noviembre de 2012

Mtro. Leopoldo Díaz

      Se soubesse que amanhã morria
      E a primavera era depois de amanhã,
      Morreria contente, porque ela era depois
      de amanhã.
      Fernando Pessoa

      El 2 de octubre de 1968 vive en el recuerdo de muchos, pero cada vez somos más en el mundo y pareciera que los que recuerdan la matanza del 68 nos vamos haciendo menos. Sin pretensiones reduccionistas, me parece que el fenómeno de la obsolescencia programada que se le atribuye a Bernar London en 1932, para acabar con la gran depresión en Estados Unidos, ha trascendido el orden económico e industrial para instaurarse en todos los ámbitos del pensamiento y la cultura; es decir, ahora las ideas y los ideales, son también percibidos como obsoletos, pasan de moda y hay nuevas preocupaciones y nuevos hechos históricos que parecen más relevantes por la novedad, vigencia y atención de que son objeto en los medios masivos de comunicación; por eso, toda institución educativa debe asumir la responsabilidad de formar, no sólo para el trabajo sino para la vida, pues cada año salen nuevos profesionistas que  saben trabajar y ganar dinero, pero no saben convivir y formar parte de su comunidad.
      Dice Fernando Pessoa: Si supiera que mañana moriría y la primavera fuera pasado mañana, moriría contento, porque ella sería pasado mañana. El poeta representa a una generación que confía y deposita sus  esperanzas en el futuro, no porque el futuro fuera menos incierto que el día de hoy, sino porque fuimos educados para creer en las posibilidades de mejorarlo; sin embargo, películas como La sociedad de los poetas muertos (1989) con su célebre frase Carpe Diem, que proviene del poeta romano Horacio “carpe diem quam minimum credula postero” (aprovecha cada día, no te fíes del mañana) o su apropiación moderna por las nuevas generaciones: “YOLO” (You Only Live Once ), proponen una nueva forma de vivir el tiempo que se centra en el presente, en la inmediatez del momento, nuestros jóvenes estudiantes desconfían del futuro, algunos incluso le temen y desprecian, pues es incierto.
      Nuestra generación, la generación de las certezas, tiene que ayudar a las nuevas generaciones a afrontar el impredecible porvenir, las nuevas generaciones tienen que aprender a vivir en la incertidumbre, quizá por eso los adultos tenemos tan presente el pasado, y los jóvenes carecen de vínculos afectivos con la historia, sólo quieren vivir aquí y ahora, como si no hubiera mañana. Esta dinámica que propone el sistema capitalista, para generar un ciclo ininterrumpido de consumo, ha propagado y extendido la obsolescencia de los productos, hasta el mundo de las ideas, las relaciones humanas y los sentimientos, por eso el modelo educativo jesuita fomenta la consciencia, el discernimiento y la solidaridad con los otros a través de la compasión y el amor por las letras, porque el mundo de hoy, obsesionado con la novedad, pareciera olvidar los errores del pasado condenándonos al peligro de repetirlos mañana. Por eso el 2 de octubre no se olvida y es responsabilidad de todos recordarlo.
     

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