viernes, 25 de enero de 2013

Saúl Rojas C.

Aquel rojo eterno en el piso fue tallado con trapos que succionarían su color de suela, la que limpiaba la sangre repetía la misma acción como si eso fuese lo único que supiera hacer.
La sangre desapareció como la mañana, se fue con la noche y los trapos de rojo fueron enterrados.

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