martes, 16 de febrero de 2010

María Rosa García Aspe Peláez
III semestre
 Una mujer que es el sostén económico de su familia, una mujer que ocupa un puesto importante en el gobierno del país  o una mujer que es dueña de una empresa, son cosas muy normales hoy en día; sin embargo hace algunas décadas esto resultaba algo casi imposible.
    En la actualidad las mujeres, al igual que los hombres, forman parte de la sociedad, son incluidas en la toma de decisiones, pueden obtener puestos de igual importancia que los hombres y, simplemente, son mucho mejor tratadas de como lo eran antes. Y, aún siendo esto una realidad, la discriminación a la mujer sigue presente en el mundo actual.
    En muchos países (Afganistán por ejemplo), la mujer sigue siendo vista como un objeto más para el uso de los hombres, las mujeres no tienen opinión alguna y no tienen los mismos derechos que los hombres. Es increíble ver a las mujeres en la calle cubiertas de pies a cabeza en ropas como las llamadas burkas, las cuales sólo tienen dos hoyos para los ojos, pero cubren todas las demás partes del cuerpo de las mujeres. Es increíble ver como un hombre golpea a una mujer por el simple hecho de estar de mal humor y querer desquitarse con alguien. Es increíble ver cómo una mujer se desgasta trabajando para poder darle de comer a su familia y sin embargo su esfuerzo no es reconocido. Pero lo peor de todo es que estamos viviendo en el siglo XXI, hemos tenido avances tecnológicos maravillosos (en medicina por ejemplo) y el mundo está en constante evolución y desarrollo, y sin embargo la mujer sigue siendo vista como un ser inferior al hombre, y sigue siendo tratada de manera injusta y diferente.
    Hace algunos días me enteré de una noticia en la cual informaban que una mujer había sido maltratada física, sexual y psicológicamente por su marido durante cuatro años y después de esos cuatro años de constante sufrimiento, la mujer murió a manos de su marido. Este es un ejemplo terrible de cómo las mujeres todavía sufren de  violencia, y aún viviendo en el año 2009, la discriminación a la mujer es una realidad.
    Pero la discriminación a la mujer comienza en cosas mucho más simples y pequeñas. Todos hemos oído a algún niño decirle a otro que juega futbol como niña, o que no llore y no sea una niña, por ejemplo. Y aunque esto parece algo muy tonto, tiene un efecto sobre los niños y sobre la gente en general, y no nos damos cuenta. ¿Cómo juegan futbol las niñas? ¿Una niña no puede ser mejor que un niño en algún deporte?, ¿Qué tiene de malo el que una niña llore? Y ¿qué tiene de malo el que un niño llore? Niños y niñas pueden ser buenos en muchas cosas, niños y niñas pueden llorar todo lo que quieran, un  niño puede ser mejor que una niña en un deporte, pero una niña también puede ser mejor que un niño en un deporte, y no tiene nada de malo.
    No debemos ver a los hombres y a las mujeres como enemigos que viven en una constante competencia por ver quién es mejor. Los hombres necesitan a las mujeres así como las mujeres necesitan de los hombres. Los hombres y las mujeres se complementan, y por lo tanto son iguales. Entonces deberían recibir el mismo trato, como seres iguales, que merecen las mismas cosas y que tienen los mismos derechos y obligaciones.
    Si queremos como mujeres ser tratadas al igual que los hombres, debemos comenzar por respetarnos nosotras mismas. Ya que lo más triste de todo esto, es que las mujeres muchas veces se discriminan y no se respetan a sí mismas, muchas veces se auto denigran utilizando su cuerpo para cualquier fin (trabajo, bienestar económico, etc.), por ejemplo, navegan con una falsa bandera de feminismo mal entendido, que las convierte en enemigas de los hombres.
    En un mundo globalizando lleno de adelantos tecnológicos, lleno de desarrollo, y constante evolución, no deberían existir diferencias entre seres humanos. Solamente si esto se lograra, conoceríamos la verdadera armonía, y tal vez una sociedad más justa.
6 de octubre de 2009

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