martes, 16 de febrero de 2010

Mtra. Leticia León
Profesora de Lenguaje y Literatura

Leer a Pablo Neruda equivale a sondear terrenos diferentes; desde la poesía de amor de sus inicios a la poesía vibrante y erótica de su juventud, hasta la diatriba política y la poesía comprometida con las causas sociales que enarbolara más adelante.
Esta primera columna está dedicada a los Veinte poemas de amor y una canción desesperada, quizá el más popular de sus libros y el que mayor correspondencia tiene con las cartas de amor que escribiera durante toda su juventud, principalmente a Albertina Rosa, quien fuera su compañera del Liceo y la dueña de su corazón.
Las calles de Santiago, sobre todo la adyacente al Instituto Pedagógico quedaron siempre impregnadas en los recuerdos del escritor. Es fácil imaginarlo paseando por estos rumbos todas las tardes contemplando los ocasos desde el parque de Maruri, quizá se besaban en alguna esquina y cada lugar de Santiago escuchaba sus conversaciones.
Sin embargo, la difícil situación económica y política que vivía Chile hizo que el poeta se viera precisado a viajar, primero a Temuco, luego a Puerto Saavedra y posteriormente a Ceylán, experiencias dolorosas para él, pero que marcan el inicio de los Veinte poemas de amor... De su amor, Albertina, a quien todos los días le escribía cartas repletas de melancolía con el afán de tenerla a su lado.
Por eso los Veinte poemas de amor... transitan por un estilo directo y familiar hasta una redacción verdaderamente poética y no tan hermética, como Amado Alonso (1951) lo mencionara en su libro Poesía y estilo de Pablo Neruda. Poemas y prosas amorosas, llenas de un inmenso sentimiento que raya en la ternura excesiva y el salvaje despertar de sus sentidos como hombre. Sentimiento y pasión al unísono, ternura y deseo, una sensación de inmensa alegría que nos transporta a aquellos momentos que yacen en el recuerdo de todo ser humano.
Albertina Azócar Soto, joven como Neruda, fue la inspiradora pues de sus Veinte poemas de amor... , de Tentativa del Hombre infinito, de Hondero entusiasta y la Primera residencia en la tierra, llegada del Chile austral, lugar de duras piedras y heladas aguas, mujer de estirpe de la que Neruda haría culto. Desde el primer encuentro, Neruda quedó hondamente impresionado por la fresca belleza y personalidad de Albertina, hecha de largos silencios y sueños.

    Alonso, A. (1951). Poesía y estilo de Pablo Neruda. Interpretación de una poesía hermética. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.

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