jueves, 31 de enero de 2013

Sandra León Soto

¿Alguna vez te has hecho esta pregunta? Se trata de una pregunta de difícil respuesta, ¿no es así? Es difícil dar una definición personal de quiénes somos, y, no me refiero a tu nombre de pila, o a tu sobrenombre o a tu título de profesión, ¡no! Me refiero a algo mucho más personal.
Se cuenta que una noche Arthur Schopenhauer; un influyente filósofo del siglo XIX, admirador de Platón, Kant, Hegel, proveniente de una familia rica, cuyo padre era un rico comerciante y su madre una famosa escritora, estaba sentado solo en un parque en Alemania, cuando un guarda se le acerca y con voz brusca, pensando que era un  vagabundo, le pregunta: ¿Quién eres?”, a lo que Schopenhauer responde: “¡Ojalá lo supiera!”.
A veces estamos tan inmersos en lo que hacemos, en intentar ayudar a otros o en hacer hasta lo imposible por lograr lo que nos hemos propuesto, que al final olvidamos realmente el fin, el para qué, para quién, para cuándo… y, lo peor, llegamos a perder nuestra propia identidad en el transcurso de nuestro esfuerzo.
Personalmente creo que solemos contestar a esta pregunta de tres formas, en este mundo tan globalizado, social y a veces deshumanizante en el que vivimos:
1. Muchos se definen por lo que tienen. En la actualidad se respeta más al que más tiene, por ello la presión constante de querer obtener más y mejores cosas que los demás. Muchas veces confundimos nuestra identidad con bienes materiales, supliendo con ello mi valor como persona,  por lo que poseo. Por ello el dicho popular “Como te ven, te tratan”, por ello es mejor parecer una persona bien y ser respetado por los demás.
2. Muchos se definen por los logros (o fracasos), lo que levanta nuestro ego o nos hunde para siempre en la decepción. Cuántas personas no vienen a nuestra mente por lo exitosos que son o lo losers que nos parecen… Soy el puesto que ocupo, soy el título que he obtenido, soy el grado de intelectualidad que tengo, soy las metas que alcanzo… pero qué hay de nuestra identidad. Si hemos logrado tantas cosas ha sido porque nuestra pura esencia nos los ha permitido, ciertamente no todos logramos las mismas cosas, ni al mismo tiempo, ni con los mismos resultados, pero si no tuviéramos éxito en ello, ni aprendiéramos de nuestros propios errores, entonces, ¿quiénes somos en realidad?
3. En la actualidad, invadidos por tanta tecnología, empezamos a describirnos a nosotros mismos en función a la cantidad de conexiones que establecemos y su valía. Por la cantidad de amigos que tengo en Facebook, por la cantidad de seguidores en Twitter… esto puede condicionar nuestro valor o nuestra importancia. Tan sólo recordemos cuántos famosos son conocidos por su fama y el número de sus seguidores, pero qué pasaría si nadie más les admirara o diera seguimiento a sus cuentas en Facebook o Twitter, ¿en verdad, seguiríamos recordándolos y reconociéndolos? El amor propio bien puede depender del grado de popularidad y de aceptación de nuestra persona en un círculo determinado.
Cuántos no hemos fingido ser quienes no somos, sólo por ser aceptados en el grupo de amigos, o por el temor a demostrar realmente nuestros sentimientos, o por el miedo a las burlas por considerar que nuestros valores son pasados de moda, antiguos… Actuamos, en ocasiones, como borregos, sólo imitando lo que los demás hacen, aunque no sea lo que verdaderamente queremos ser. Caminamos con una careta, una máscara que nos protege de lo que no queremos enfrentar, lo que no queremos demostrar o aceptar de nosotros mismos.
Recordemos que, todos, afortunadamente, somos distintos, y esto es lo que enriquece nuestras relaciones sociales todos los días, por ello nos esforzamos diariamente por encontrar al verdadero amor, al mejor amigo, por imitar al mejor profesional, por lograr lo que más me satisface, etc. Pero no olvidemos que lo más importante es saber cuál es nuestra esencia: somos seres con necesidades, sentimientos, valores, cualidades, defectos, habilidades, gustos, capacidades, deseos, planes, proyectos… y esto es inherente a nuestro ser y vital para nuestra persona.
Lo esencial, lo que define quién soy yo, es aceptarme tal cual soy, ser amigo de mí mismo, amarme y amar a otro, valorarme a mí y a otros… todo ello me llevará a un grado de maduración, juicio, experiencias, y reflexiones que me ayudarán a saber en realidad quién soy yo.

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