jueves, 31 de enero de 2013

Mtra. María Guadalupe Campos Jiménez

Vivir la vida desde esta trinchera de formación como educadores implica que realicemos nuestra tarea de acompañamiento y formación de manera comprometida y responsable, que el ser, estar y hacer sean sinónimo de eficiencia en y con los otros, ser útiles en lo personal pero también en el colectivo, en la relación con los otros.
Es necesario prepararnos de forma continua como profesionales para tener la capacidad de transformar los espacios, hacer que el metro cuadrado personal y el de los otros sea el adecuado para vivir con dignidad y equidad. Profesionalizarnos significa entonces, no sólo estar preparados intelectualmente, sino además, estar humanizados con, para y hacia los otros, especialmente y de forma inmediata para nuestros alumnos, lo cual sugiere la necesidad de asumir nuestra labor con ética: vivir y hacer vivir valores que impliquen acciones y actitudes que validen una forma de actuar que responda a un perfil profesional comprometido, pero además, den respuesta a las necesidades de nuestra comunidad inmediata.
Concretamente, requerimos reconceptualizar el mundo y nuestra acción en él desde el espacio educativo, necesitamos volver y reconocer nuestra esencia, nuestro ministerio y vocación en una pedagogía para el siglo XXI, donde los procesos de globalización nos llevan y arrastran hacia la diversidad, a la aculturación y a la pérdida de valores en la carrera por practicar “los de los otros”, necesitamos urgentemente tener y vivir los estándares que nos permitan ser efectivos en las respuestas a las  necesidades reales, pero sobre todo, hacer que nuestros estudiantes los vivifiquen en cada contacto consigo mismos y con lo demás. Precisa ser íntegros, integrales e integradores para dar respuesta a esta tarea en la nueva educación /universidad/escuela, con y para los otros.

0 comentarios :