viernes, 8 de febrero de 2013

Ana vega

Todo evento es necesario saborearlo desde el principio y para ello contaré desde que nuestra querida coordinadora Gema nos propuso la salida a la Ciudad de México con los alumnos de tercer semestre. Sabemos de antemano que esta ciudad cuenta con infinidad de lugares llenos de historia, de belleza y de gran contenido temático para nuestros alumnos. El sitio elegido fue COYOACÁN, lugar apacible por sus paisajes, sus calles y su gente. En este lugar se encuentran: teatros, museos, el mercado y la fabulosa Casa Azul.
Iniciamos el recorrido
Fue una mañana tibia donde la algarabía de los alumnos no se dejaba esperar, el nerviosismo por el viaje y la emoción por la actividad estaban presentes en cada ser. Se llenaron los camiones y el rugido del motor fue la nota musical para saber que dejábamos nuestras aulas.  En el ambiente se respiraba un aire de fraternidad tanto en maestros como en alumnos, creo que ese fue el ingrediente para que el viaje resultara tan especial.
Más tarde llegamos a Coyoacán, los choferes nos dejaron cerca de un parque donde todos estiramos las piernas, pues aún había tiempo para llegar a la obra de teatro. En el parque había un kiosco coronado con en el escudo nacional, pero no es el actual, el águila tiene las alas abiertas y de frente, esto indica que es del siglo XIX; a lo lejos una iglesia con los emblemas dominicos y franciscanos, parece un viaje en el tiempo aunque la vestimenta de la gente nos recuerda nuestro siglo.
El teatro nos espera
Posteriormente entramos a una construcción antigua, por sus características se podría decir que es colonial, pequeña y acogedora. Se escuchó la tercera llamada y comenzó la obra titulada El avaro, los chicos quedaron estupefactos, pendientes de cada palabra, de cada gesto. Esto produjo un sentimiento de nostalgia cuando terminó la obra, pues quedamos infectados de querer más y más. Pero el recorrido tenía que seguir, abordamos el camión y éste nos llevó al museo de las Intervenciones donde gallardos personajes nos esperaban, uno era Antonio López de Santa Anna y el otro el General Anaya. Ambos caracterizados y bien plantados en su papel nos contaron la historia de su vida, al mismo tiempo que recorríamos el museo. Al ver las caritas de todos pude comprender las palabras de Lonergan “el ser aprende y conoce a través de la experiencia”, y todos estábamos viviendo un pasaje de la historia. Con el correr de las horas nuestro estomago hizo acto de presencia y nos fuimos a comer.
A continuación nos reunimos para visitar la casa de Frida Kahlo, lugar enigmático donde cada rincón esconde la magia de sus dueños. El color azul te envuelven en una aura especial, los objetos te cuentan un poco de su vida y el peso de la realidad que vivieron se hace presente. No es necesario que alguien te cuente de la felicidad y el dolor que se encuentra albergado en esas paredes, con el simple hecho de estar lo sabes.
Al finalizar no podemos olvidar que somos personajes del siglo XXI por ello no puede faltar en nuestra visita el recorrido a las tiendas departamentales en Perisur. Lugar lleno de voces y de movimiento interminable; unos van otros vienen, comentan, comparan, admiran y compran. Todo esto genera  la felicidad fugaz que se hace presente en los rostros de la gente. Todo tiene un principio y ha llegado el fin, juntos estudiantes y profesores retornamos al camión para regresar a nuestra cálida provincia, cansados pero satisfechos de compartir todo un día juntos.

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