jueves, 29 de octubre de 2009

Lic. Carolina González Barranco

Honrar a los muertos en nuestra cultura surge de tradiciones prehispánicas que se remontan a más de 30 siglos de antigüedad.

Los muertos eran sepultados en la propia casa, generalmente debajo del lugar donde se cocinaba pues debían sentir el calor del hogar... eran acompañados con vasijas llenas de alimentos y bebidas.

Los aztecas tenían 18 meses con 20 días cada uno, dos de esos meses hacían alusión a la muerte:

  • Micahuilhuitontli: “Fiesta de los muertos pequeños”
  • Hueymicailhuitl: “La gran festividad sagrada de los muertos”
En la cultura indígena cuando un hombre se encontraba agonizando, a diferencia de la nuestra en la cual se le desea salud, la muerte era un signo de alegría y buenos deseos

Cuando la persona fallecía, el más viejo de la familia se acercaba a dar una serie de recomendaciones para el camino que debía recorrer entre el lecho de muerte y el lugar del eterno descanso de los muertos. Los más listos tardaban aproximadamente 80 días en llegar, los no tan listos tardaban un poco más, y en definitiva los menos afortunados en inteligencia llegan a tardar hasta cuatro años; razón por la cual en muchas ocasiones la fiesta del muerto podía prolongarse hasta por cuatro años.

El cadáver se bañaba, se secaba y se vestía. El agua era cuidadosamente tratada pues no debía desperdiciarse, posteriormente se repartía entre quienes asistían al funeral pues consideraban que en el agua se quedaban las virtudes del muerto. El pueblo mexicano heredó de su tradición indígena la creencia que los muertos “no tienen defectos”.

Realizado este ritual, el cadáver era colocado en forma fetal abrazándose las rodillas, y se envolvía en un petate, de ahí surge la expresión “ya se petateó”...

Una vez “preparado” el cadáver, era puesto en un aposento donde pasaban familiares y amigos a despedirse, deseando suerte y alegría al muerto, los funerales no eran tristes, eran una despedida “alegre”. Aprovechaban además para recordarle que debía tener cuidado ahora que emprendería su camino hacia el Mictlán.

Pero en este hecho, solía existir una “confusión” entre la familia pues querían que su muerto los viera alegres , sin aflicción, para partir sin pendientes, pero por otro lado sentían que demasiada alegría le parecería al difunto que su muerte no importo a nadie; razón por la cual se contrataban a mujeres lloronas (chocas) quienes lloraban amargamente para que existiera esta ambivalencia. Los miembros de la familia no lloraban pues lo consideraban de mala suerte.

Los muertos debían pasar varias pruebas antes de llegar al Mictlán (paraíso), ningún muerto había podido pasar al otro lado del río, hasta que llegó Quetzalcóatl quien recorriendo el río observó atentamente que un perro lo pasó nadando tranquilamente, en ese momento se le ocurrió la idea de pedirle ayuda para no ahogarse. De ahí se volvió costumbre sepultar a los muertos acompañados de un perro.

Ahora bien, los vivos se encontraban gozosos con dicha visita, razón por la cual solían rotarse para platicarle al muerto todo lo acontecido durante ese año (para que se actualizara).

En la actualidad suele rezarse, pero eso para ellos sería mal visto: es como si recibieras una visita distinguida y en lugar de platicar y estar alegre comienzas con una letanía que no entra en el contexto.

La fiesta de muertos duraba cinco días, hoy día en algunas poblaciones sigue durando cinco días, del 28 de octubre al 2 de noviembre.

En cada uno de esos cinco días, la comida debía ser nueva, pues podía echarse a perder y hacerle daño al muerto.

Los muertos llegaban en el siguiente orden:

  • Primer día: Muertos violentamente
  • Segundo día: Muertos ahogados o con relación con el frío
  • Tercer día: Niños mayores
  • Cuarto día: El resto de los muertos. Para ellos se preparaba un banquete con alimentos, frutas, bebidas (agua, pulque), era indispensable el copal y la flor de xempalxóchitl.
  • Quinto día: Los más viejos de la casa agradecían a los muertos su visita y los despedían cortésmente.
Solo después de esto la familia podía disponerse a comer los alimentos, pues los muertos se habían llevado ya consigo la sustancia/esencia de las cosas, de hacerlo antes “morían”.


Simbología

Hoy día se traduce de la siguiente forma:

Las ofrendas se colocan principalmente a familiares difuntos que visitan el 1 y 2 de noviembre, colocando representaciones de los cuatro elementos (agua, tierra, aire y fuego), así como sus alimentos favoritos en vida.

Tierra:

  • Flor de xempalxóchitl. Flor de los muertos, la cual a través de su olor guía a los difuntos hacia las ofrendas. Simboliza la flor de oro relacionada con el alma de los adultos (en el caso de niños, se coloca flor de color blanco que simboliza su pureza).
  • Alimento y frutas. Para que recoja las esencias de aquello que le gustaba comer. (En el caso del pan de muerto representa el círculo de la vida y la muerte, mientras que las calaveritas, representan al muerto por lo que deben llevar su nombre.)
  • Cruz de ceniza. Si acaso el alma permaneciese en el purgatorio, le serviría para salir de ahí.
Aire:

  • Papel Picado. Representa el aire y muestra la alegría al ser visitados por los difuntos, por lo que es un símbolo de alegría a través de sus colores.
  • Sahumerio. A través del humo que ahí desprende el copal purifica el espacio destinado a la ofrenda y aleja los malos espíritus.
Agua:

  • Vaso de Agua. Los muertos hacen un largo viaje para visitarnos, por lo que se coloca para saciar su sed.
Fuego:

  • Veladoras/Velas. Sirven para guiar al difunto a la ofrenda, junto con las flores le recuerdan el camino a casa. Además de ser símbolo de amor eterno y de acuerdo a la Iglesia, presencia de Cristo.
  • Sal. Para aquellos que no recibieron el sacramento del bautismo.


Las ofrendas son un claro símbolo de la identidad mexicana que a través de la síntesis de elementos prehispánicos y cristianos enfatizan su supervivencia, su permanencia gracias al amor que ellas proyectan hacia nuestros seres queridos que han abandonado el espacio físico y que, sin embargo, en nuestros corazones continúan presentes.

1 comentarios :

Revo dijo...

El mundo prehispánico sigue siendo para los mexicanos un mundo oscuro, desconocido, lleno de mitos y fantasías. Ello se debe a múltiples razones, entre las que podría mencionar el desconocimiento, entre los pueblos prehispánicos, de un sistema de escritura basado en la representación de los sonidos; la destrucción de los libros y de las obras materiales de los pueblos primitivos durante la conquista y la colonización española, y; el desprecio promovido por la ideología dominante de todo lo anterior al periodo colonial. No obstante, las misma necesidad de la Iglesia y de la corona española de subyugar a las naciones precortesianas, permitió que algunos cronistas y narradores (principalmente clérigos)ecribieran extensas obras destinadas a conservar en la tinta su cultura. Y hoy, la labor de arqueólogos, sociólogos e historiadores, con todas sus dificultades, abre nuevos horizontes a la investigación de nuesto pasado más antiguo. Felicito a la Lic. Carolina por difundir sus conocimientos sobre los rituales funerarios prehispánicos, lo que permitirá aclarar un poco la confusión sobre el tema. Sería interesante, por otra parte, escribir algo sobre las causas materiales que traen consigo el culto a la muerte, fenómeno peculiar de las sociedades más antiguas, pero aun vigente en la mayoría de los pueblos de la Tierra.