martes, 1 de marzo de 2011

Lic. Ignacio Ballesteros Goyri 
Creo que el desarrollo de la práctica docente a la que estamos acostumbrados, es una práctica de mucho esfuerzo, de una batalla sin cuartel en donde tu esfuerzo está netamente representado por la cantidad de alumnos que de una o de otra forma pasan tu materia, o en la cantidad de veces que te viste en la necesidad de modificar ciertos criterios para poder obtener un número o índice satisfactorio para la institución, o para que tus notas no sean las de menor rango por cuestiones de mantener un trabajo.
    Pero también creo que la práctica docente es un mar de posibilidades de crecimiento personal, no sólo en la misma práctica sino en el crecimiento de habilidades y destrezas que logras desarrollar durante el X curso que impartiste, éstas que de forma imaginativa y/o intuitiva, desarrollas ante los obstáculos que tu grupo te va planteando o tu misma asignatura te pone, a manera de broma pesada, en lo que se supone eres un gran experto.
    Dentro de mi práctica docente y mi formación en la educación de la compañía de Jesús, he logrado entender que mi labor no es sólo la de intentar transmitir mis pocos o muchos conocimientos, sino la de tratar de que entre los alumnos y mi persona logremos llegar a un objetivo en común: desarrollar un tema, un proyecto, alguna labor en donde estemos involucradas ambas partes.
    Esta interacción entre los alumnos y mi persona, me ha permitido entender la aplicación en su máxima expresión de la visión jesuita, donde la experiencia, la reflexión, la acción y la evaluación, son parte fundamental en el proceso de construcción de un aprendizaje significativo. Algo tan novedoso desde un punto de vista inicial, pero que dentro de la enseñanza jesuita ha estado presente, en sus principales documentos base de la misma orden, como parte del orden de una organización y como parte de una ética y una formación netamente integral.
    Otro aspecto de suma importancia es el acompañamiento que he podido realizar dentro de mi trabajo docente, ha sido un acompañamiento muy significativo; dejé atrás la parte repetitiva de saberes en la que me había convertido, y en realidad me convertí en alguien que lanza una propuesta y en alguien que está abierto a una gran gama de posibles soluciones lanzadas por los alumnos, para dar solución a los problemas planteados por la misma clase y así lograr dar más de lo esperado, y no sólo dar lo que sea necesario.
    Creo que desde el punto de vista del docente es sólo dar lo mismo de siempre, pero desde la visión ignaciana he aprendido a estar un paso delante de lo propuesto en mi guía de trabajo, para mi materia por lo menos, para demostrar a los alumnos que si se tiene iniciativa de un crecimiento propio podré, y creo que he podido, transmitir ese intento de mejoría a mis alumnos. Convertirnos en seres de excelencia, con capacidad de discernimiento para así lograr llegar a fomentar una cultura de la evaluación en todo sentido, en mi persona y en mis alumnos. En realidad convertirte en parte de la comunidad educativa al que en algún momento ves como algo ajeno a ti, una masa deforme que sabes que está ahí pero que de manera inconsciente no quieres ser parte de ella. A partir del dar mas de lo esperado, de ser un buen acompañante, he podido ver la inserción en esta comunidad es más placentera, excitante y reconfortante. Y así lograr el desarrollo de un trabajo en conjunto,  en realidad desarrollarte como parte de un equipo para resolver todos y cada uno de los problemas que se presentan dentro de la misma comunidad.
    Creo que he logrado tener una pequeña pero significativa mejoría y evolución en mi práctica docente, no sólo es cumplir por cumplir, sino creo que es hacer lo que te gusta y disfrutarlo de tal manera que la gente a tu alrededor disfrute de la misma forma e intensidad de tu trabajo. Un trabajo que no es una obligación, sino un disfrute de lo más exquisito.

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