jueves, 26 de mayo de 2011

Samantha Arredondo Rivera
     El pasado 11 de mayo del 2011, en el auditorio Manuel Aceves de la Universidad Iberoamericana Puebla, asistí a la representación de fragmentos de “El eterno femenino”, de Rosario Castellanos, bajo la dirección de Laura Fernández. La obra –que me ha hecho cabecear, reír, bailar y hasta intrigar- refleja el pensamiento de la mujer actual a través de los sueños de una mujer de los años 20 que, a punto de casarse, va al salón de belleza.
     Tras la prueba del raro aparato que un comerciante ofrece a las peinadoras del establecimiento, Lupita, la mujer que se casará, comienza a soñar con el jardín del Edén y con “la verdadera historia de Adán y Eva”. La historia resulta verdaderamente escandalosa y polémica, por lo que no concibe dicha verdad y llora, aunque pasados unos minutos regresa al sueño…
     Ahora el escenario es diferente, pues Sor Juana Inés de la Cruz, la Malinche, la Adelita y la corregidora de Querétaro, Josefa Ortiz de Domínguez, aparecen en escena, y comienzan a contar cómo transcurrió su vida y cómo utilizaron su astucia e inteligencia para manipular la mente de los hombres y sobresalir en lo que ellas deseaban.
     Después de treinta minutos de plática, Lupita se siente desconcertada, ahora no se encuentra segura de que deba casarse con su amado, sin embargo, no descarta su idea.
     Al volver en sí, descubre que se ha ido la luz en el salón de belleza, a causa del aparatejo que le han colocado atrás de su secadora. Reacciona como una loca de remate, gritando y soltando chillidos, pues su peinado no está terminado y parece ser que no estará listo para la hora de su boda.
     Al cabo de unas cuantas canciones y cambios de vestuario, las mujeres de la estética, tanto las peinadas como las peinadoras, se vuelven estudiantes y Lupita, una maestra; discuten acerca de la mujer moderna, de lo que debe y no debe de hacer ante un hombre, que debe independizarse, que no debe dejarse subyugar por el género masculino, debaten la revolución femenina y, al poco rato, las alumnas llegan a la conclusión de que deben inventarse a sí mismas, lo cual le parece una completa aberración a la “maestra”, y mientras vuelve en sí de nuevo, se le observa jalarse los pelos, tomar su cabeza y darle de vueltas, gritando y exigiendo que se callen.
     Al quedar sola, se encuentra llorando, confundida; ahora no sólo se pregunta si debe o no casarse con ese hombre, se pregunta si estará sola en la vida, si tendrá que arreglárselas ella sola ante el mundo, si tendrá que inventarse realmente como mujer y no como parte de un hombre.
     Esta obra –estrenada a mediados de los años setenta- conserva un mensaje muy importante y con un gran peso peso para las mujeres post-modernas: no se trata de ser feminista, tampoco una dejada. No hay que ser una maldita, simplemente ser tú, tu género, tu defensa y tu propio ataque, tu esencia, y tu definición.
     Debo mencionar una pregunta que se encontraba colgada a las afueras del auditorio, porque me ha conmovido muchísimo, y no sólo eso, me ha hecho reflexionar verdaderamente, y se la dejo, a usted, lectora o quizá lector, sea quien sea: “¿Qué estás dispuesta a sacrificar para que te quieran?”
     Mi respuesta: nada.

0 comentarios :