jueves, 26 de mayo de 2011

Lucía Rodríguez Zeledón
Después de haber investigado y estudiado durante un semestre completo, el tema de reciclado, reutilización y todo lo que tiene que ver con estas nuevas tendencias de lo desechable y no duradero, he llegado a pensar que nosotros los jóvenes lo hemos llevado a un nivel mucho más personal.
     Y no me refiero a que realmente estemos preocupados por el planeta, por personal me refiero a que hemos idealizado al ser humano como un objeto que utilizamos a nuestro placer, y con el actual bombardeo de reciclaje y las nuevas modas de que todo caduque cada seis meses, los aparatos se reinventan y renuevan en menos tiempo del que yo cambio los filtros de mi cafetera; hemos tomado nuestras relaciones personales como otro objeto de la vida diaria que creemos que se puede reutilizar y aplastar como una caja de leche, para después tirar al bote de la basura sin sentir remordimiento alguno, y llenándonos de esa supuesta satisfacción que las cosas nuevas nos provocan, pero que al igual que el cartón de leche pasado se van a convertir en algo obsoleto, sin dejarnos sentir que lo que teníamos era realmente bueno y llenándonos la cabeza con la idea de que al descartar éste vamos a encontrar uno mejor y que nos dé más felicidad, esa felicidad efímera que no nos sirve de nada.
     Realmente no nos damos cuenta de cómo hemos subestimado a nuestro prójimo, creemos que al ser parte de la supuesta modernidad también son parte del ritual cotidiano de desechar cosas a la basura, de cambiar de modelo cuando el anterior nos aburre. No nos tomamos el tiempo para realmente pasar mucho tiempo con alguien como para poder reinventarnos y conocernos mutuamente.
     Es por eso que he tomado la decisión de regresar a las antiguas costumbres de comprar una botella de vidrio, realmente hermosa, y usarla todos los días con mucho cuidado, puesto que es la única que voy a comprar, lavarla después de usarla y tener un lugar específico para ella porque ésta también cumple una función específica en mi vida. Podemos también regresar a la costumbre de tener un vestido nada más y cuando se rompa remendarlo en lugar de tirarlo y comprar otro nuevo y de apreciar verdaderamente a las personas como son, cuidar las relaciones para siempre. Un para siempre que no sé cuanto dure pero mientras dure, que no sea categorizado como algo descartable y, hasta cierto puntom inservible en un futuro.

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