lunes, 7 de noviembre de 2011

Luis Mauro Izazaga Carrillo

     La ética de mínimos, propuesta por Adela Cortina, tiene su soporte en la ética del discurso, reconociendo como uno de los principales soportes el principio dialógico a través de argumentos racionales y convencionales, necesarios para el pluralismo cultural. Dicho principio dialógico tiene que ir acompañado por el principio de responsabilidad. La ética discursiva nos ha hecho ver que el diálogo se da entre un sujeto-sujeto (intersubjetividad) y el reconocimiento reciproco de los interlocutores, es decir, en un diálogo autentico participativo y no en un monologo. Dicho reconocimiento del otro y de lo otro en una simetría ha de tener como fin la promoción y concreción de la justicia.
     “La intersubjetividad afecta todos los ámbitos de la vida: conocimiento, acción, salud, medio ambiente, sociedad, costumbres, valores, siempre bajo el criterio del discurso dialógico, donde las resoluciones han de ser producto del convencimiento mutuo y en miras al bien común.” (Esquivel, 2005:43)
     La ética cívica de mínimos comunes defiende el derecho a la diversidad, pluralidad pero sin perder cierta unicidad, es decir, que no se pierda en el relativismo moral y que no se pase por encima de la dignidad e integridad de las personas (Derechos Humanos).
     “En una sociedad pluralista y multicultural como la de hoy se trata de buscar al menos un acuerdo máximo en los “mínimos” comunes a todos los humanos, sin por ello rechazar los máximos…” (Díaz, 2003: 46)
     La democracia participativa es el escenario ideal para que se sostenga tanto el diálogo, acuerdos comunes y la participación ciudadana. Esta democracia ve su fundamento en la ética del discurso.
     “La democracia fuerte reconoce abiertamente la existencia del conflicto en la sociedad, a diferencia del modelo unitario y de cualquier forma colectivista y unitaria de comunitarismo, pero, por otra parte, afirma –frente a la democracia débil- que el conflicto puede transformarse en cooperación a través de la participación ciudadana, la deliberación pública y la educación cívica. (Cortina, 2007:104).
     Pues sin la participación en la vida pública y común, no es posible promover y crear espacios de libertad, justica cordial y equidad para fundamentar una ética de mínimos.

     mauroizazaga@gmail.com
     28 de septiembre de 2011

    



     Referencias
Cortina, A. (2007), Ética aplicada y democracia radical. España: Tecnos.
Esquivel, N. H. (2005), “Ética del discurso y necesidad de fundamentación” en La lámpara de Diógenes. Año 6, Números 10 y 11, Vol. 6 enero-junio 2005/ julio-diciembre 2005.  México: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
Díaz, C. (2003), Intercultural: el desafío intercultural. España: Fundación Emmanuel Mounier.

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