viernes, 16 de diciembre de 2011

Bruno Stuger Villalpando
Tercer semestre

     Responsabilidad… esa es la palabra. Si hablamos de obligación suprimimos la libertad del ser humano y aunque la función es la misma, el sentido no lo es. Desde mi punto de vista, es más útil que un ser humano asuma la responsabilidad a que se resigne a la obligación. Alguna vez nos hemos puesto a pensar, cómo sería nuestra vida si fuéramos obreros. Actualmente contamos con muchos lujos: pantalla plana, laptop, etc., pero, ¿qué sería de muchos de nosotros, la mayoría dependiente de la tecnología, si no contáramos con ninguna de estas cosas?
     Imaginemos que somos un obrero empezando un día. Nos levantamos y nos ponemos el uniforme de la fábrica. Comemos un pequeño aperitivo y salimos de nuestra casa temprano para llegar al trabajo a tiempo.
     Llegamos a la fábrica, checamos, vamos a nuestra línea de trabajo y comienza el día… Hacemos una sola acción repetitiva a altas velocidades para cubrir la cantidad de productos que se le solicitan a la línea de producción en la que nos encontramos, hasta que es hora del almuerzo. Vamos al comedor a recargar un poco de energía durante media hora y de vuelta al trabajo.
     Una vez más estamos ahí, realizando esta tediosa acción, y el cansancio ya se hace sentir. Nos mantiene activos la esperanza de que el día está por terminar. Llega la hora de salida y nos dirigimos inmediatamente hacia nuestra casa, para comer y después descansar un rato, probablemente jugando con los niños o escuchando la radio.
     Pero al llegar, nuestra esposa nos menciona que ha llegado una advertencia de la compañía de luz, amenazando con cortarla en caso de que no sea pagada. La preocupación recorre nuestro cuerpo y comenzamos una extensa charla con ella sobre lo que podríamos hacer para ganar un poco más de dinero, ya que nuestro salario es de escasamente novecientos pesos a la semana por “matarnos” ocho horas diarias.
     Recurres a la cama como alivio a tu preocupación y cansancio, preparándote para empezar un día igual a este de nuevo.
     Todas las personas tienen derecho a lo siguiente: vivienda, vestido, alimentación, ingresos monetarios, y en caso de que se tratara de un infante, se suman educación y esparcimiento. Sumados todos estos derechos, protegen la integridad y la dignidad de las personas.
     Volviendo a la vida del obrero; con el poco salario que perciben, se ven obligados a escatimar y optimizar en ciertas cosas como su alimentación, vestido o vivienda, con tal de pagarles la escuela a sus hijos y permitir que se alimenten propiamente.
     Entonces, por qué la contradicción; ¿por qué pagarle tan poco al obrero?, si se están violentando sus derechos y necesidades impidiéndole que las cumpla como debería y, por ende, obstruyéndole su dignidad. ¿Por qué sucede esto cotidianamente, y nadie hace nada al respecto, contando con un documento que los respalda?
     Tal vez muchos de nosotros pensemos: “ Ah, eso se gana por no haber estudiado”. ¿Pero si te dijera que no tuvo la oportunidad de hacerlo? ¿Y si te comentara que sus padres se encontraban en la misma situación y no le pudieron pagar sus estudios?
     Los invito a ustedes, lectores, a que reflexionen al respecto y valoren el esfuerzo que estas personas realizan día a día elaborando productos que nosotros nos damos el lujo de comprar a precios exagerados, olvidando que la elaboración de aquel producto funge como su única fuente de ingresos, con la cual tienen que arreglárselas para vivir ellos y su familia.

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