viernes, 16 de marzo de 2012

     Zurisadai González Garrido y Enrique Cahuantzi Escobar
     Hace mucho pero mucho tiempo, en un lugar muy lejano de la hermosa e enigmática China, atravesando las montañas donde solo el sol se puede admirar sin que te lastime, existieron dos pequeños: una niña llamada Ying y un niño llamado Yang  los cuales nacieron el mismo día. La familia de Ying era gente importante con mucho dinero y la familia de Yang no tenía recursos pero era una familia muy unida.
    
     Al nacer ambos en la fecha que, de acuerdo a la antigua profecía, comenzaría el proceso de construcción la paz en la raza humana, se les encomendó una misión. El sabio responsable de la educación de ambos les dijo a los padres de Ying y de Yang que ellos, al crecer, se tenían que encontrar, enamorar e irremediablemente se complementarían y automáticamente se generarían las condiciones para que viva la paz en el mundo, pero nadie los tenia que unir… ellos solitos se tenían que encontrar: la mano del hombre no tendría que intervenir.
    
     La familia de Ying se fue al otro lado de las montañas donde se creía que estaban los dioses, mientras que la familia de Yang se quedo el pueblo. Pasaban los años Ying y Yang empezaban a crecer. La familia de Ying se tornaba cada día mas preocupada por les perturbaba mucho que la pequeña, cada vez que se enojaba se desataba catástrofe: verdadera violencia, pero los padres de Ying no le mencionaban cual era su misión sobre la Tierra.
    
     Mientras que Yang en su comunidad era muy bondadoso con la gente a pesar de su corta edad ayudaba en labores sociales y en su casa. Con los se relacionaba existía la armonía y a él tampoco se le había mencionado la tan importante misión que le fue designada. Ambos padres creían que era todavía muy temprano para decirles. 
    
     Yang gustaba mucho de ir de pesca aparte de ser muy hábil con el tiro con arco: tenía una puntería exacta, podía cazar aves aunque fueran volando y nunca fallaba, mientras que Ying, a pesar de su carácter explosivo e impredecible le gustaba pintar bellos lienzos y era muy hábil con la espada.
    
     Un día el chico decide ir a las montañas azules donde mucha gente no iba por los peligros y misterios que escondían y (coincidencia o destino), Yang también decide ir, para capturar alguna imagen.
    
     Al llegar Yang a la cascada ve un halcón y sin pensarlo dos veces lanza la primera flecha pero el halcón la toma con su pico, la rompe en dos partes y sigue volando. Él se quedó asombrado y pensando en voz alta dijo:- “jamás había fallado”…  minutos después se sentó a lado del río e hizo una fogata. Cuando se disponía a descansar escuchó detrás de los árboles un ruido muy fuerte. Yang, de manera cautelosa se asomó entre los arbustos y vio a una chica que, efectivamente, estaba cortando un enorme árbol con una espada.
       Ambos, sorprendidos, se quedaron viendo fijamente hasta que rompiendo el incómodo silencio ella saluda, a lo que el chico le responde educadamente: -hola mi nombre es Yang … ¿y el tuyo? –Ying respondió. Ambos quedaron sorprendidos al reflexionar acerca del perecido de sus nombres. La noche llegó puntual y los chicos decidieron acampar y empezaron a charlar hasta quedarse dormidos.
    
     Mientras dormían Yang soñó que alguien les lanzaba una piedra. Él se levantó y observó como el reflejo de la luna que apuntaba a la cascada, se acercó y pudo ver una cueva y en su interior con una luz muy tenue.
     Ella despertó a su nueva amigo y le dijo: -observa esa cueva… vamos a ver que ahí.
    
      Ambos cuidadosamente entraron alertas por cualquier cosa inesperada que pudiera surgir. Al entrar a la cueva se llevaron la mas grande sorpresa por el nuevo descubrimiento: eran jeroglíficos y pequeños dibujos que estaban inscritos en las paredes de la cueva, se adentraron mas buscando el origen de la luz que seguía y seguía y la cueva no perecía tener fin. Por fin al final pudieron vislumbrar un pedestal y en él un majestuoso y viejo libro. Como es lógico lo abrieron. Narraba cómo los humanos ignoraban las necesidades de otros, buscaban el beneficio propio sobre el de la comunidad así como el origen de crueles guerras y sangrientas batallas donde nadie ganaba y todos perdían. Al final del libro se afirmaba que la única forma de detener todo esto era que el Ying y Yang formaran una familia que se diseminara por el mundo y cuya misión sería promover la construcción de la paz. Ambos, asombrados por que el libro tenia plasmados sus nombres, describía con lujo de detalles cuál era su misión, ambos al leerlo se quedaron viendo fijamente y se tomaron de la mano cuando repentinamente apareció de la nada el viejo sabio que los vio nacer el cual les pidió que escucharan su mensaje, entonces les dijo: -“hijos de la naturaleza, de la vida eterna, hijos de la paz y de Tao quien es la fuerza creadora y eterna de todas las cosas de la naturaleza,  … a ustedes se le ha encomendado una misión. Ambos y tienen el don que nos sirve para alcanzar la felicidad y para ello deberán dominar los deseos y las pasiones, evitar la hipocresía, la mentira y la guerra; debiendo practicarse la honestidad, la justicia y la piedad… en una palabra su misión es extender la paz sobre la Tierra.
    
     El sabio les dio un símbolo a cada uno. De pronto la cueva se empezó a cimbrar como si ocurriera un terremoto. Después de la confusión el sabio desapareció tras escucharse el eco de su voz diciendo: -“recuerden yo confío en ustedes”.
    
     Ambos salieron de la cueva  y empezaron su misión, con el carisma que tenia Yang y el carácter de Ying la gente les hacia caso. Ellos simplemente promovían la paz: daban consejos, apoyaban a los que necesitaban, se oponían ante las guerras y mucha gente se les unía y apoyaban su misión. Se cree que ellos murieron de viejos. Otros dicen que viven en paz en las montañas, lejos de todos, pero lo mas seguro es que ellos habiten en los corazones de los hombres esperando el momento justo de regresar.
     
    
     Zurisadai Gonzàlez Garrido
     Enrique Cahuantzi Escobar
     Alumnos Sexto Semestre
    
    

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