Primer año
Antes de ir a nuestra semana de Servicio Social, la maestra Rosario Olivares, responsable de este proyecto, nos llevó al Guasimal para que conociéramos la situación de la comunidad. Muchas cosas llamaron mi atención, las casas pobremente construidas, el pequeño tamaño de la escuela, el poco cuidado del patio y la ropa de los niños; pero lo que más me llamó la atención, fue algo mucho más allá de las cosas materiales, fue la permanente sonrisa de los niños.
Después de ese día, reflexioné sobre lo que había visto y tuve el siguiente pensamiento: Si ellos supieran todo lo que no tienen, ¿sonreirían igual?
Intenté imaginar un escenario en el que yo fuera parte del Guasimal, pero no sabía si yo podría sonreír como ellos lo hacen, si podría ser feliz con lo que ellos tienen, sabiendo que hay más… ¿y si no lo supiera? No sabría decirlo, he sido afortunada y siempre he tenido mucho más de lo que necesito.
Ellos viven con lo básico y un poco menos, pero su vida es, por lo que pude observar, simple, protegida y tranquila; nosotros, como personas acostumbradas a vivir en ciudades, tenemos una coraza, lo creamos o no, que nos permite lidiar con descabezados, secuestros, violaciones y robos.
¿Es correcto sacarlos de su burbuja? ¿Es necesario que ellos sepan que hay más de lo que ellos ven? ¿Nos gustaría que nos lo hicieran si estuviéramos en su lugar?
No tengo una respuesta para las primeras dos, pero sé que a mí, a Daniela, me gustaría que me dijeran que hay más, que puedo tener aspiraciones, que puedo tener oportunidades. Me gustaría poder decidir sabiendo que existen otras opciones de vida.
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