lunes, 30 de julio de 2012

Mtra. María de los Ángeles Díaz Rodríguez

      Muy buenos días a todos, alumnos, alumnas, profesores, profesoras y especialmente a todas las mamás que nos acompañan en este espacio que la comunidad de la Preparatoria Ibero hace con mucho cariño para celebrar el Día de la Madre.
      Se ha otorgado una fecha para que este momento sea especial, aunque con conciencia sabemos que no sólo se trata de un momento. Adquirimos el nombre desde el momento privilegiado en que, como mujeres, tenemos al sentir vida en nuestro interior; experiencia única e irrepetible para cada una de nosotras, las veces que se nos ha concedido.
      En el concepto mujer ya se nos dice TODO, somos “creación divina” con una encomienda de fuerza y luz para nuestros hijos e hijas.
      Desde este lugar, en donde desempeño mi rol de mujer profesionista, me siento convidada a expresarles que hablar de educación no se reduce exclusivamente al ámbito de la escuela, por lo tanto, hablar de educadores tampoco refiere únicamente a los profesores o profesoras.
      Instituciones, medios de comunicación, grupos, padres de familia, pareja, amigos, gobernantes, ejercemos influencia que transmite, proyecta, explaya información, conocimientos, cultura y, sobre todo, valores y actitudes ante la vida.
      El sistema de la Universidad Iberoamericana cree en el humanismo como un proceso continuo que tiende a la formación integral de sus alumnos; a que en cada uno de ellos se favorezca el desarrollo intelectual, afectivo y espiritual. Y es preciso entender y, más que eso, desarrollar una clara conciencia del rol que jugamos cada uno de nosotros en esta formación que, si bien NO determina, sí sienta la base fundamental para una realización plena del sentido que den a su vida nuestros hijos e hijas.
      Somos madres para toda la vida y no podemos creer que porque llegan a una edad en la que ya se valen por sí mismos, nuestra labor termina. Cierto es que cuando pequeños y pequeñas los cuidamos y abrazamos sus dolores. Aprender es una tarea diaria que sabemos les costó raspones, heridas y muchas lágrimas; dolor que la vida nos enseña es natural. Sabemos también que un día se irán de nuestro lado, ley de vida, sin embargo, pensemos que son como un árbol que, aunque ya con tronco sólido, frondosos y dando sus primeros frutos, sigue creciendo, necesitando nutrientes.
      En este momento hijos e hijas han alcanzado un desarrollo que, a nuestra vista, nos permite verlos como hombres y mujeres, sin embargo, observemos, se siguen raspando, lastimando y teniendo heridas… y es aquí donde como madres, no debemos alejarnos, las heridas son de otro tipo: les afectan, los vulneran y, aunque conscientes de no “hacerles lo que ellos pueden hacer por sí mismos”, es importante no dejar de abrazarlos en el amplio sentido de la palabra, abrazar sus inquietudes, abrazar sus necesidades, abrazar sus ilusiones, abrazar sus sueños, abrazar sus decisiones, que, aunque no nos parezcan las correctas, si esto es así, aquí es donde entra nuestra magia. Orientar es importante, sin embargo, a los tiempos que ellos viven de inmediatez, practicidad, desboque, de experimentar todo cuanto la vida les ofrece, no existe algo más efectivo que el diálogo amoroso y la escucha atenta que no se da exclusivamente a través del sentido del oído. Es preciso recorrerlos como cuando los tuvimos por primera vez en nuestros brazos y grabamos para la eternidad sus formas.
      Conciencia, qué aterradora puede resultarnos, pero NO podemos evadir que nos necesitan, más en lo profundo, en lo que emana de su interno, lo que los hace.
      Somos lo que somos, cada una con nuestra configuración, no la de cuando los dimos a luz, no la de mañana. Las madres que somos hoy, aquí, en este momento y con ello seguir siendo viva manifestación de nuestra magia.
      Abrazo, y abrazamos a sus hijos e hijas contribuyendo a la más ardua de las tareas que se llama FORMAR. Queremos los mejores, las mejores para el mundo.
      Celebremos que podemos hacerlo juntas.

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