jueves, 31 de enero de 2013

Hugo Astorga Méndez

La oratoria es el arte de convencer y mover a través de la palabra. La oratoria, para que sea oratoria requiere la fuerza de la palabra y quién mejor que los jóvenes para inyectar esa fuerza en las palabras, ¿Alguien más? ¿Acaso no estamos cansados de sólo escuchar, no estamos aburridos de seguir palabras que no van de acuerdo a la nueva sociedad que estamos creando, no estamos aburridos de ser liderados por aquellas personas sometidas al verdadero poder y que sólo buscan su satisfacción personal?
La oratoria es un arte nacido de la retórica, la lógica y la gramática. Los jóvenes tenemos el poder de unirlas en una sola voz, no exclusivamente para crear un discurso, participar en un concurso de declamación, reproducir los argumentos de otros ni nada de eso. Tenemos la capacidad de unirlas para hacer que los ideales rijan nuestros deseos, nuestra forma de pensar y nuestros corazones. Bajo este principio no serviría para buscar una calidad de vida “mejor” en lo material, sino para comprender a nuestro entorno, empezar a conectarnos con los demás y, por consecuencia, con la búsqueda de nuestra humanidad.
La oratoria es poder y el poder mueve multitudes. Tal vez en el futuro te gustaría ser un gran líder, si es así, la oratoria es la base fundamental para serlo. Las personas que han transformado nuestro mundo sabían oratoria. Un ejemplo claro es el uso que Adolf Hitler hizo de la palabra. Para bien o para mal, la oratoria siempre ha estado relacionada con la grandeza, es el primer paso para crear conciencia y es la gran precedente de cualquier revolución. Todos los grandes acontecimientos del mundo han empezado con  palabras de fuerza, palabras que, más allá de retumbar en nuestros oídos, tocan corazones.
Yo sé que, tal vez hoy, pienses que la oratoria es un tema sin importancia, pero vete en el espejo y piensa dónde podrás estar en algunos años. Es momento de alzar la voz, es momento de dejar descansar a las imágenes como una forma de convencimiento y en cambio, empezar a recurrir a las palabras que dictan nuestros sueños de no quedarnos callados porque sentimos que nadie nos escucha o porque nos sentimos inferiores. En los ojos de los jóvenes no se ve “el futuro del mundo en que vivimos”. ¡Se ve el presente!, la nueva humanidad que tratamos de crear, donde seamos regidos por un verbo visual que permita expresar con nuestro cuerpo qué es lo que queremos, con un verbo auditivo que cambie los tonos de voz conforme a la situación en que nos encontremos y con un verbo motor que sea el precursor del movimiento que iniciaremos.
Mi recomendación hacia los jóvenes es que, estudiando oratoria, conocerás las palabras y conociendo las palabras conocerás tu entorno y a ti mismo. No es muy tarde para que tu voz sea escuchada. Emplea la oratoria para convencer al mundo de que tus ideales son los ideales de todos. Convénceme de que me equivoco y convénceme de que tú tienes la fuerza y eres responsable de tu propia grandeza.

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