viernes, 12 de abril de 2013

Diego López Cuevas

Más allá del horizonte, más allá de lo que nuestros ojos pueden ver, más allá de lo que nuestros oídos puedan escuchar, existen historias que el mundo no conoce, historias que guardan secretos y misterios pero que gritan el deseo de ser contadas.

Ésta es una de ellas…

En un campo abierto con un sol deslumbrante, existió un hombre que inició una búsqueda, estaba perdido, no sabía a dónde ir.

Decidió alejarse del mundo un segundo para aclarar sus ideas, sus pensamientos, para cumplir sus sueños. Sólo por un momento pues tenía responsabilidades y obligaciones que cumplir. Caminó tranquilamente, sus zapatos negros rozaban el pasto húmedo del campo, respiraba con dificultad el aire fresco de la mañana, sentía el calor del sol sobre su cara, llevaba un cuaderno bajo su brazo en el que escribía lo que sentía y dibujaba lo que veía, era su diario.

A la mitad del campo encontró un árbol con hojas amarillas bajo el cual este viajero decidió sentarse, en tanto la estación de la naturaleza arrojaba hojas sobre su cabeza, había caminado mucho para ver, para encontrarse con este árbol casi muerto… el viajero pensó que a su vida no le ocurriría lo mismo que al árbol, que todo dependería de las decisiones que tomara, del camino que eligiera, alguien había decidido por este árbol y lo colocó en un lugar árido, acción que lo llevó a la muerte.

0 comentarios :