viernes, 6 de diciembre de 2013

Jorge Israel Lombardero Juárez

     Salíamos de caza. Era divertido. Mi papá me enseñó a agarrar el rifle cuando tenía 5 años y a los 7 ya disparaba, la culata casi me quebraba el hombro pero valía la pena el dolor para ver el orgullo de papá que sonreía y decía ah, ese es mi hijo. Cuánta pena sentiría hoy de ver para qué aprendí, de ver a donde apunto.
     La jornada comienza a horas insospechadas, y es que en cuanto se va la luz es cuando creen que van más seguros, pero no, ni se imaginan. Sus siluetas en el desierto son tan fáciles de localizar y en su falsa quietud, al primer disparo se alborotan como palomas, si alguno fingiera estar muerto alguna vez probablemente le creería y pasaría de este lado, pero no, no suelen ser tan listos.
     Pasan las siluetas toda la noche y el día sólo los despistados o demasiado necios, algunos no los comprendo ¿Por qué traen niños? Carajo, si supieran lo difícil que es apretar el gatillo a tus paisanos, se quedarían en las milpas, jugando a que son libres.
     Los días habían pasado (a pesar de todo) y nada más, no pasaron ni bien ni mal, pasaron, como si el desierto me apagara o me dejara en stand-by. Pero ese Dios me persigue desde México y me pisa los talones a cada ocasión que puede y me recuerda que no, hay cosas de las que no se escapa, hay cosas que nunca cambian, eso y porque no tengo a nadie más a quién culpar de las casualidades. No llevo la cuenta y de alguna forma espero a veces que alguien me mire, se apiade de mí y acabe con esto.
     Desde que me agarraron y me obligaron a trabajar para ellos, poco a poco me volví más frio por dentro. Más seco. Un desierto de noche, seco y gélido.
     Pero llega éste día, a plena luz del sol y no sé lo que veo, no sé si es verdad. Se abalanza ésta visión como un cubetazo de agua fría a un dormido.  Lo miro y lo miro y lo vuelvo a mirar y no lo creo porque no debe ser así. Apunto el gatillo, fijo la mira, la retiro. Una lágrima me empaña la vista. No, no, no…
     ¿Por qué? ¿Por qué carajo tenía que ver a Lucho cruzando la frontera?
     Lucho, Lucho, Lucho… me acerqué y sabía que corríamos riesgo, yo por bajar de mi puesto, el por estar ahí. No preguntes Lucho, no, no, baja la mano no me saludes, perdóname por el golpe. Metí su cabeza en una bolsa cual secuestro y lo jale hasta la torre mientras le decía cállate Lucho luego te explico, sé que es confuso pero te estoy salvando.
     No pude cuando me dijo que venía al norte porque allá estaba todo jodido, había escuchado que los fríos fregaron toda la cosecha pero juraba que no vendrían acá y menos que yo le encontraría… Me preguntó que qué hacía y no tuve cara para decirle yo soy un traidor. Traidor de profesión, y lloraba, un traidor Lucho, un traidor. Yo cazo a los inmigrantes que tratan de llegar a la frontera, niños, adolescentes, ancianos, mujeres, todo...
     ¡Un traidor, un traidor que te ama hermano!
     ¡Pero no soy yo el qué quiere esto! ¡Me agarraron hermano, a mí y a otros 30, nos dijeron o trabajas para nosotros o trabajas para el señor!
     Me incliné a sus pies implorando que me perdonara… sin embargo sólo sentí el frío en la nuca. Ese frío inconfundible y sus palabras más frías aún.
     --Mamá, Papá y todos en el pueblo lo saben.
     --¿Y…? --la garganta se me cierra, se corta mi voz, las lágrimas me inundan
     --No debiste escoger esto, porque me arrastraste a mí contigo, somos dos traidores, y ya sabes que sólo hay una forma de redimirse.
     Escuché el eco del disparo como si no viniera desde mi nuca. Tal vez para ese momento ya estaba yo fuera de ahí.
    
     INSPIRADO EN:
     Durante la experiencia rural escuchamos múltiples historias de migrantes que aseguran que actualmente es muy peligroso cruzar la frontera. Por la aduana; por los narcos; por el crimen organizado; por el desierto. Algunos grupos delictivos atrapan a migrantes y los obligan a trabajar para ellos, del mismo modo, existe un grupo delictivo liderado por mexicanos en EUA encargado de asesinar o “cazar” migrantes en la frontera.
    

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