jueves, 29 de mayo de 2014

Mariana Maza y Marijo Salomón

     Había una vez un lugar desconocido, en un planeta desconocido, lleno de personas que se conocían los unos a los otros… En donde no había mucha población, por lo que la naturaleza reinaba aun en ese lugar.
     No había reglas, al menos eso se creía, y si existían, entonces nadie las seguía. El lugar era un caos, como si los que vivían en esa sociedad nunca hubieran evolucionado, por lo que no había unión, no viajaban en manadas como los animales, cada quien sobrevivía a su manera, sin embargo nunca se traicionaban entre sí, si se encontraban con alguien más, simplemente se daban la vuelta y seguían su rumbo.
     Pancho vivía en este lugar, él veía los refugios de otras personas a su alrededor, en su mochila guardaba el objeto que había hallado en su última excursión, no tenía por qué esconderlo, él lo encontró y por lo tanto era suyo, pero como todos y como ninguno, no quería arriesgarse. Llegó a su refugio, a campo abierto, nadie se metía con un enclenque como él, no valía la pena. Sacó el objeto que celosamente guardaba en su mochila y lo puso al lado de su cama improvisada. Se sentó y lo observó un momento, intentando descubrir qué hacía. Después de unas horas, no descubrió nada, suspiró y recurrió a su vecino, evitando pisar las trampas que había alrededor.
     Su vecino vio asombrado el objeto, Pancho por un momento creyó que él sabía qué era, pero su vecino lo tomó y empezó inspeccionarlo igual que él. Su vecino observó a todos lados y jaló a Pancho dentro de su refugio. Lo escuchó llamar a alguien por el nombre de Abuelo y bajó unas escaleras a lo que parecía ser un cuarto subterráneo, Pancho, indignado al ver que se llevaban su objeto, lo siguió.
     Se sorprendió al ver que aquella persona con el nombre de Abuelo era un anciano. En un mundo donde cada quien debe sobrevivir por su cuenta un anciano no sobrevivía, por eso le causó asombro. Su vecino le entregó el objeto al Abuelo, éste lo inspeccionó asombrado, balbuceando cosas a su vecino, Pancho estaba confundido, nunca había escuchado el nombre de su vecino, pero Abuelo llamaba Nieto o Mat a su vecino. Abuelo alzó la mirada preocupado y Nieto-Mat tomó el objeto que encontró Pancho y sin remordimiento lo azotó contra el suelo rompiéndolo. Pancho sintió un gran rencor, quería golpear a Nieto-Mat, Abuelo miró su reacción y habló:
     —Ese tipo de reacciones son las que ocasionaron: este mundo en el que vivimos, el rencor y el aprecio a un objeto inanimado haciendo a un lado el afecto que nos dábamos los unos a los otros como personas.
     Pancho lo miró confundido, ¿afecto?, ¿de qué estaba hablando? Nadie sentía afecto por el otro, si no lo sentían por alguien más, ¿cómo lo sentirían por un objeto?
     Pancho salió de la casa lleno de rabia por la pérdida del objeto. El anciano lo miró alejarse pisando más fuerte de lo que lo hacía habitualmente, lo que lo hizo sonreír; a pesar de que era un adolescente se comportó como un niño, y sin dejar de sonreír se durmió.
     Nieto-Mat observó el objeto que le habían quitado a Pancho, computadora portátil, así la llamaba el Abuelo. Reflexionó en lo que le decía el Abuelo, sobre cómo ese objeto desconocido para Pancho, antes asombraba a todos, hasta a los sabios ancianos, y cómo poco a poco se fue apoderando de la vida social de los demás, debilitando la comunicación, como Abuelo decidió destruirlos desde años atrás, para bien de los otros, causando una revuelta entre todos los habitantes del planeta desconocido, provocando guerras para recuperar ese objeto tecnológico, según recordaba lo llamaba el Abuelo.

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