miércoles, 10 de noviembre de 2010

Nancy Velasco
5º Semestre
Todo inició el 17 de Septiembre del 2010, siendo las 8:00 am ya se empezaba a notar la catástrofe que estaba en puerta, un huracán: Karl, categoría 4 se aproximaba con gran velocidad a la costa de Veracruz, trayendo consigo fuertes lluvias desde la madrugada, las cuales duraron por un par de días más, vientos hasta de 185 kilómetros por hora. La mayoría de los veracruzanos pudimos notar que el cambio climático fue tan radical, que sentimos una gran angustia, muchos, como yo, no pudimos tomar medidas de protección como sellar las ventanas de la casa o comprar víveres para los próximos días.
    Fue aterrador ver cómo, de un segundo a otro, las cosas cambiaron; en tan sólo 10 minutos había fraccionamientos donde el agua llegaba a más de 2 metros de altura, los autoservicios y tiendas principales estaban llenas, en su totalidad, puesto que la hecatombe nos tomó por sorpresa .En las calles no se escuchaba más que el viento y la lluvia, a medida que pasaba el tiempo era más evidente lo que ocurría.
    Y así pasaron los días y el clima lentamente iba mejorando. La comida la empezaron a subir radicalmente de precio: un kg de tortillas nos costaba hasta $20 y un garrafón de agua $170. Pero lo peor del caso no fue el siniestro en sí, sino lo que vendría después de él; las personas que tenían la oportunidad de salir pudieron observar cómo caían los árboles, los espectaculares, los postes de luz, el cableado, y los techos de algunas casas de lámina. Pasaron un par de días y las noticias nos pronosticaban una mejoría notable en el clima. Era una excelente noticia, pero la mala era que miles y miles de familias se habían quedado sin casa, sin trabajo, sin escuela y, otros más, sin seres queridos. Los ríos se habían desbordado y tomaron por sorpresa a muchas familias que fueron vilmente arrastradas por la corriente y muchos de ellos murieron. Fueron niños, principalmente, gente de la tercera edad y mujeres embarazadas y, en algunos casos, familias enteras que no querían perderse y terminaron tragados por los torrentes salvajes de las aguas de los ríos.
    Posteriormente, cuando ya pudimos salir y ver cómo estaba nuestro Veracruz, notamos que, en su mayoría, estaba destruido... Esperándonos está un proceso muy largo y tardado para volver a reconstruir nuestra ciudad. Hasta hoy nos sigue llegando ayuda de parte de todas las comunidades veracruzanas y de muchos estados de nuestro país: ropa, zapatos, comida, juguetes, dinero, medicinas, entre otros artículos que están siendo donados para todas aquellas personas que se quedaron sin un techo pues, efectivamente, hay pérdida total en algunas comunidades.
    Veracruz sigue inundado. Y pedimos, junto con toda la ayuda material, una oración para rescatar nuestras esperanzas y nuestras fuerzas. Actualmente nos estamos levantando. Con dolor los veracruzanos hemos constatado que no es invento de la ciencia o de algún loco: la naturaleza empieza a pasarnos la factura.
    ¡GRACIAS A TODOS NUESTROS HERMANOS QUE NOS HAN APOYADO. UN GRAN ABRAZO DESDE AQUÍ!

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