miércoles, 10 de noviembre de 2010

Rolando Maroño Vázquez
3er Semestre
La calma después de la tormenta, cuánto hay que esperar para que llegue esa calma, porque, si en algo estamos de acuerdo, es que no llega... ¿Cuándo acaba de llover?, esa cosa tarda, tarda mucho. Y todo Veracruz lo sabe por experiencia.
    En muchas partes de nuestro estado llovió intensamente casi 24 hrs; no fue un día completo, pero la lluvia tenía una fuerza fatal y no importaba que lloviera sólo un par de horas, era obvio que habría inundaciones.
    Yo, el que esto cuenta, vivo en la zona norte, la que está bastante alta, en comparación a otras zonas de Veracruz Puerto, la mañana del viernes 17 de septiembre llovió con una potencia que nunca había visto, y miren que he visto pasar cientos de lluvias en mi haber.
    Toda la mañana estuve combatiendo contra la Madre Naturaleza, unos jergazos por aquí y unos cuantos trapeadores por allí. Fue una mañana cansada, cuando terminé de limpiar las partes en las que se había metido un poco de agua, me senté a reflexionar y pensé que me había ido mal, pero casi instantáneamente, me llegaron a la mente lugares como el Floresta, Puente Moreno (el hogar de mi mentor), fraccionamiento de Veracruz, Boca del Río y Medellín, entonces recé para que nada hubiese pasado, luego me puse a escuchar las noticias…
    Decir que Veracruz nunca había pasado por esto es poco, Veracruz quedó devastada; cuando salí al sur de la ciudad, sentí una tristeza incomparable, nunca había visto a mi ciudad así, parecía como salida de una película de zombis, o después de una guerra. El 70% de los árboles se habían caído, el 80% de los espectaculares se derrumbaron, algunos edificios también se desplomaron, y todo esto fue sin salir a las rancherías o a las ciudades cercanas a los cuerpos de agua. Me tomó tiempo asimilar lo que había pasado, hasta que fui a Cardel, nuestra ciudad vecina, a ayudar, y pasé por San Pancho. Digamos que San Pancho nunca más se volverá a inundar porque la ciudad se elevó como un metro por todo el lodo que vino del río, si hoy lo visitas puedes aún alcanzar a ver las palmeras con lodo hasta la mitad.
    En la escuela y en la casa siempre nos dicen que valoremos lo que tenemos, y a muchos nos entra por un oído y nos sale por el otro, pero, sin duda, no volveré a ver las cosas de la misma manera.
    Algo que me ha dejado marcado fue el observar cómo tres señoras se peleaban por dos botes de jugo y agua, algo que normalmente todos tenemos sobre nuestra mesa y que damos por hecho que siempre estarán ahí. En cuanto llegué a mi casa a bañarme, recordé a todas esas personas y deseé hacer algo para ayudarlas. Y aquí estoy, de pie, dispuesto a caminar a su lado, de lado de los más urgidos hasta que se pongan nuevamente de pie.

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