miércoles, 10 de noviembre de 2010

Carrasco, Cardona, Villegas y Geisser
5º Semestre
Un sonido, que forma una sílaba, el conjunto de sílabas que componen una palabra… una palabra de aliento, una palabra vacía, una palabra de amor, o simplemente la idea de escuchar ese sonido que pone todo en calma…
    Hoy desperté y me sentí diferente, la diferencia que marcaría lo bueno o lo malo de mi día sin establecer un límite entre esos dos parámetros.
    Simplemente era un día más, un día más en el que la rutina y la costumbre estarían presentes en cada parte de mi cuerpo, desde abrir la llave para darme un baño, tomar el cepillo y lavarme los dientes después de haber desayunado lo que, probablemente no me agradaría, hasta el camino a casa, al trabajo, la monotonía de un día más en una vida que siento vacía.
    Hoy, desde aquí, puedo ver lo que jamás esperé; puedo ver mi vida pasar una y otra vez frente a mí, comienzo a olvidar detalles como el aroma del café, la sensación de sentir el sol sobre mi piel, una noche alumbrada con el cantar de los grillos o un paseo en el parque con la risa de los niños.
    Hoy, desde aquí, soy sólo una más, nada de lo que diga o haga tendrá sentido, nada de lo que pueda decir será real, el conjunto de pastillas sólo logra confundirme más, los doctores se rehúsan a darme un diagnóstico concreto, sólo siguen recetando y preguntándose por qué me niego a hablar.
    Es toda una confusión, la sociedad en la que vivimos está compuesta por personas que se dedican a juzgar, sin antes poder verse a sí mismos, la moral, las reglas y las leyes dictan un futuro que todos estamos destinados a vivir.
    Y lo que yo no entiendo es por qué los doctores se esfuerzan tanto en tratar de entenderlo si es tan simple, no quiero seguir otorgando mi voz a un conjunto de personas dedicadas a no escuchar, no quiero seguir pidiendo a gritos ayuda, que nadie puede otorgar, sólo quiero dejar de pensar, dejar de sentir, dejar de recordar.
    El dolor que hay dentro de mí es más grande que yo, no hay cómo arreglarlo ni cómo aceptarlo.
    Hoy, aquí, entre estas cuatro paredes, maldigo a la sociedad que sigue permitiendo el machismo, el favoritismo, donde todos son elitistas y nadie tiene el coraje de abrir la boca. Me encontré allí, sin nombre y sin cuerpo, sin pasado ni futuro, sin relación alguna con lo que allá afuera llaman tiempo.

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