martes, 4 de enero de 2011

Mariana Hurtado Albarrán
    El día 17 de noviembre, los alumnos del 3er semestre, grupos A y B, fuimos a la experiencia de primer contacto de Experiencia Laboral, que se llevó a cabo en el tianguis de San Andrés Cholula.
    Nos dividimos por parejas y por tanto, a mi compañero y a mí, nos tocó trabajar con una familia que vendía verduras. Ellos eran cuatro: la señora Hilda, el señor Francisco y sus dos hijos, Víctor, de 4 años y Alfonso, de 9 años.
    Llevan seis años trabajando en aquel tianguis. Nos comentaban que tenían que levantarse muy temprano, a las 4:00 am, para poder armar su puesto y terminaban hasta las 8:00 o 9:00 pm, lo cual me hace reflexionar sobre su extenuante jornada laboral que se reproduce durante todos los días de la semana. Otra arista a considerar es el poco o nulo valor de su labor, personalmente no tenía idea de lo agotador que podía resultar una actividad semejante y que tristemente es poco o nada valorada.
    Por otro lado, percibí que su arduo trabajo, no corresponde con los ingresos que obtienen, los cuales resultan muy bajos, sin embargo, en base a su historia personal, es la única forma que conocen para ganarse la vida. Vivir con tan pocos recursos los aleja para acceder a servicios que debieran ser básicos y generalizados para toda la sociedad, empero, la realidad es que, poco a poco intentan abrirse nuevos horizontes para los nuevos miembros de su familia. Así, por ejemplo, nos compartieron la insistencia ante sus hijos sobre la importancia de asistir a la escuela, siempre con la esperanza que ellos tengan mayores y mejores oportunidades.
    Para mí, esta experiencia fue enriquecedora, resultó grato encuentro humano, un encuentro con una realidad alterna, que quizá poco sea consciente de ella y que ahora narro de una forma general, pero que no por ello deja de existir.

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