viernes, 25 de noviembre de 2011

Rolando Moroño Vázquez

Aroma
     Y su aroma me vino a la mente, tenía tanto tiempo, creía que ya lo había enterrado en la inmensidad del recuerdo, pero me había equivocado. Su olor afloro mis sentimientos, la memoria se despertó, su recuerdo latió de nuevo y volvió a atormentarme y me hice la misma pregunta que me hice hace 4 meses ¿Qué le había pasado? ¿Dónde estaba? Llevaba 15 minutos pensando sobre ella en la esquina mientras esperaba el camión, y sin notarlo ella me observaba con nostalgia y arrepentimiento en su mirada, desde la esquina opuesta.

Frente a ella
     Algo me impulsaba a estar ahí, odiaba ese lugar, había prometido no volver, pero algo me había terminado atrayendo y no pude resistirme a verla una vez más. Los recuerdos me acechaban mientras caminaba hacia ella, la dirección me la sabía de memoria, todo derecho giras a la izquierda caminas hacia la derecha y llegas. Después de haber caminado por unos 5 minutos, la tenía frente a mí, no sabía si acercarme o quedarme en mi lugar, mis amigos me habían dicho que ir a verla me ayudaría a sanar las heridas y enterrar el pasado. Pero una vez que estaba frente a ella el pasado resucitó y las heridas rompieron la cicatriz. Todo lo que había vivido cuando era pequeño, nuestros recuerdos juntos, los momentos, las enseñanzas, los abrazos, sus sonrisas, las veces que me decía que me quería, el olor de su cabello; todo lo sentía tan reciente, tan cercano. Dije su nombre, por primera vez en un par de años, el aire se rompió con los sonidos que salieron de mi boca y formaron una palabra, la suya, su nombre, lo dije y las lágrimas se me escurrieron, una parte de mí esperaba que me respondiera, pero sabía que eso no pasaría. Y así el tiempo fue pasando, esos 5 minutos que pensé que estaría se volvió una hora, cuando había gritado lo suficiente y llorado otro tanto, emprendí mi camino de regreso, pero antes, me arrodillé, besé su tumba y coloqué una flor, lo siento tanto madre.

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