viernes, 25 de noviembre de 2011

David Alejandro García Sotelo

I.- Los Dones Y Regalos
     Marcel Mauss ha sido considerado como uno de los principales precursores de la antropología francesa de la primera mitad del siglo XX. Una de sus obras más importantes fue “Ensayo sobre el Don”, publicada en 1934; en este texto, Mauss pretende explicar las distintas formas de intercambio que han existido a lo largo del tiempo en diversas sociedades, con base en lo que él denominó como economía natural. Según este autor, en todas las culturas se han establecido sistemas de intercambio sociocultural en los que los individuos mantienen un sistema de reciprocidad basada en el flujo transversal de dones/regalos. Básicamente existen dos tipos de regalos: aquellos que se ofrecen dentro de un sistema ritual de intercambio (por ejemplo, comprar un regalo para la persona que cumple años y próximamente tendrá una fiesta); y aquellos que se ofrecen en un ámbito espiritual o trascendental a las deidades, espíritus, ancestros u otras figuras espirituales (por ejemplo, los pueblos en las faldas del volcán Popocatépetl que cada año suben en peregrinación a “pedirle” al volcán que se logren las cosechas).
     Un sistema de intercambio supone tres aspectos básicos: un contrato o serie de contratos entre los sujetos que participan del sistema, una obligación mutua por mantener el sistema de intercambio y la negociación constante de prestigio y estatus social de los participantes. Pensemos en un intercambio de regalos en un salón de clases para navidad. Así como cada participante recibirá un regalo, está obligado a dar otro; independientemente del costo, modelo, tamaño o valor del regalo, el sujeto tiene la obligación de cumplir con el sistema de intercambio, ya que el hecho de no llevar el regalo que le haya tocado, supone una fractura en el sistema de intercambio y sus eslabones en todas las escalas. Analógicamente, pasa lo mismo en las sociedades.

II.- San Miguel Canoa: Muertos, Muerte Y Chiquihuites
     La Junta Auxiliar de San Miguel Canoa se encuentra en las faldas de la Malinche (Malintzin, Matlalcuéyetl, “la de las faldas de Jade”); y si bien se caracteriza por haber protagonizado uno de los episodios políticos más vergonzosos en nuestra región (el linchamiento de cuatro empleados de la UAP en 1968, que fueron a realizar una excursión a la Malinche y el sacerdote convocó al pueblo argumentando que eran comunistas; incluso se realizó una película sobre este suceso), también se caracteriza por un calendario festivo bastante complejo. Desde enero inician las fiestas en cada una de las 10 secciones o barrios que componen a la comunidad; semana santa, 3 de mayo, 29 de septiembre, 12, 24, 25 y 31 de diciembre, son básicamente las fechas seculares y religiosas más sobresalientes en las dinámicas sociales de Canoa. Sin embargo, nada se compara con el 2 de noviembre y con el despliegue de prácticas rituales, así como de la organización social existente detrás del culto a los muertos en San Miguel. En muchos sentidos, el día de muertos es el culmen de una compleja red de relaciones y alianzas (compadrazgos, juntas de vecinos, relaciones laborales, económicas, políticas, entre otras). Desde las 4 de la madrugada, el pueblo asiste al panteón, limpian las tumbas, ponen arreglos, flores, comida y velas; aproximadamente a medio día, las personas se dispersan a sus casas a poner los altares (ofrendas de muertos) y en la tarde comienza el flujo de dones.
     Los chiquihuites son canastas de mimbre de diversos tamaños hechas a mano en las que se depositan flores, platos (o diversos trastes como tazas, cubiertos o vasos), panes, juguetes, incienso, y en algunas ocasiones, perfumes u otro objeto de valor agregado considerado como “regalo” (osos de peluche, marcos de fotografía, etc.). En San Miguel Canoa los chiquihuites son utilizados de diversas maneras, sin embargo, fungen como medidas de agradecimiento, es decir, cuando hay una fiesta de quinceaños, el padrino de la quinceañera está obligado a llevar muchos chiquihuites cargados a fin de demostrarle a los invitados al banquete su agradecimiento hacia con la familia de la quinceañera por haberlo seleccionado como padrino de la fiesta. Antes de cada fiesta, la gente suele “bailar los chiquihuites”. Grupos de hombres se cuelgan un chiquihuite en el hombro y bailan con él al ritmo de la música, de tal manera que se “santifica” el chiquihuite y los dones que contiene. Posterior a este agradecimiento comienza la fiesta. En la celebración de día de muertos, los chiquihuites funcionan como medios de comunicación entre grupos de personas que han formado una alianza previa con otra familia o agente social, y a través del chiquihuite buscan reafirmar esta alianza social. Una vez que la gente regresa a sus casas y terminan el altar para su difunto, preparan un chiquihuite por alianza (por compadre/comadre, socio, aliado, o alguna relación similar) y se dirigen a su casa a fin de ofrecerle el chiquihuite como regalo. A su vez, el compadre/comadre a quien se le otorgó el chiquihuite está obligado a darle a la primera persona un regalo correspondiente al chiquihuite. Este segundo regalo está en función de la alianza social establecida con la otra persona; por ejemplo, si se le da un chiquihuite al compadre y el ahijado aún es un niño pequeño, el padrino le da un juguete al ahijado, si el ahijado ya tiene cierta edad, el compadre otorga un plato o una taza para la familia.
     El dos de noviembre en Canoa es básicamente un transitar de personas cargadas con chiquihuites que cruzan la plaza durante toda la tarde. Los niños estrenan juguetes y juegan en el atrio de la iglesia, las señoras estrenan vajillas, tazas, adornos para la casa, plantas; los señores beben cerveza en las tiendas o en la entrada de sus casas: la comunidad entera se vuelca a las calles a fin de recrear el sistema de intercambio que existe entre todos los canoenses. Lo interesante es rescatar ciertos datos de campo: existen familias en Canoa que cuentan con más de 30 compadres, si tomamos en cuenta que para cada compadre es un chiquihuite nuevo y que en Canoa “todo lo de muertos tiene que ser nuevo, hasta los platos y todo lo que va en la ofrenda” (1), entonces es posible observar que el sistema de intercambio establecido entre los canoenses tiene un sentido social muy profundo. El día de muertos en Canoa es un aparador de relaciones, alianzas y prácticas sociales que se entretejen diariamente y que recobran fuerza a través de los dones. Por sí mismo, el día de muertos, las ofrendas, el incienso, la comida y los chiquihuites no tienen sentido si no es en función de la urdimbre de relaciones y símbolos sociales que existen detrás de esta hermosa tradición.

(1)Testimonio de una habitante de San Miguel Canoa, Octubre 2011

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