martes, 31 de enero de 2012

 Rolando Maroño Vázquez.

 El camino de un lector es una senda llena de aventuras, de personajes curiosos, de problemas tan diversos y extraños como sus soluciones, un camino repleto de magia, amistad y compañerismo. Y lamentablemente, es un camino, que en México, es muy poco transitado.
     Tiene más de 10 años que tengo la dicha de considerarme lector, la lectura pasó de ser uno de mis pasatiempos a una pasión mía, tanto, que en el 2010 me propuse leer 50 libros durante ese año, y al finalizar diciembre había leído 53 libros con tramas y autores muy variados. He leído mucho, pero todavía queda muchísimo más por leer; la lectura es un camino que no conoce final.
     Hace unas semanas tuve la fortuna de recibir una invitación de parte de la maestra de Español de mi escuela secundaria. Su proposición era un tanto sorpresiva para mí, ella pedía que fuera a platicarles a sus alumnos de primer año de secundaria sobre mi experiencia lectora, con el objetivo de que los alumnos escucharan los beneficios de la lectura de parte de un joven y no de un adulto, dejando atrás las formalidades y las imposiciones y extendiendo una sencilla pero significativa sugerencia: lean, es bueno.
     La noche anterior al día en el que me tocaba compartir mi experiencia, repasé mentalmente los libros que más y menos me habían gustado, los autores que me parecían asombrosos, mis libros de cabecera, algunos cuentos que yo había escrito, porque al final del día, leer te invita a escribir.
  Cuando llegué al salón donde se hallaban los alumnos que iban a recibir mi “experiencia”, iba un poco nervioso. La maestra me presentó y los alumnos guardaron silencio, no sé si lo hacían porque esperaban que dijera algo asombroso o porque la idea de que su maestra no les diera clase por un día y le cediera la voz a un extraño para que hablara durante una hora, les parecía agradable. Comencé mi plática diciendo que no podía decirles que leer era bueno, porque la lectura es una experiencia que hay que probar, tienes que leer para poder decir que te gusta o que no te gusta.
     Después de 45minutos de estar hablando hice una pregunta que debí de haber hecho al principio ¿Cuántos de ustedes se consideran lectores? ¿Cuántos de ustedes podrían decir que leen más de 6 libros al año? Fue mucha mi sorpresa al ver cómo más de la mitad de los alumnos, alzaba la mano. El tiempo se paralizó en mi cabeza y presencié un recuerdo, primero, cuando estudiaba quinto de primaria y sólo 3 alumnos leíamos constantemente, después me transporté a cuando estudiaba primero de secundaria y 4 leíamos, en segundo de nuevo éramos 3 y en tercero éramos 5. Segundos después regresé a la realidad y comprendí que las generaciones están cambiando, cuando yo tenía la edad de esos alumnos, me molestaban por leer, ahora es cool leer. Les agradecí mucho que tuvieran ese pasatiempo, porque México lo necesita, como país necesitamos gente más culta, más empática. Lo siguiente fue una ronda de preguntas, los alumnos hicieron unas muy buenas preguntas, una de ellas fue que les diera consejos para escribir. Mi único consejo fue que escriban diario, unas pequeñas líneas antes de dormir, narren lo que les sucedió en el día, escriban Cuentweets de 144 caracteres, porque a escribir se aprende escribiendo y sin proponérselo irán mejorando considerablemente.
     Mi plática terminó con una pequeña metáfora que había leído, los libros son como la comida, hay comida nutritiva que nos aporta muchas cosas pero no sabe tan bien, y hay comida chatarra que sabe deliciosa pero no nos aporta nada nutritivo. Yo refuté esa metáfora, cualquier libro que leamos nos deja algo, aunque sea mínimo, puede que su trama nos acerque a la lectura y después estemos buscando títulos más “nutritivos”. De lo que sí estoy seguro es que todas, hasta las lecturas más pequeñas, tienen algo que enseñarnos.
     Ser lector es un hábito que hace bien para el alma, para la mente y para la vida en general.

 

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