miércoles, 22 de febrero de 2012

Horacio Arana Puente
Maestro de Matemáticas

     En un reino muy lejano, en una galaxia cercana a la Vía Láctea, vivía un rey, que cada día acumulaba una gran cantidad de riquezas, pero su reino se caracterizaba por el gran desorden en que se vivía a diario, nadie sabía donde vivía, cuántos hijos tenían, cuánto cosechaban, cuánto guardaban… esto ponía de muy mal humor al soberano, hasta que un día, cansado del desorden y de no saber cuánta era su riqueza, decidió organizar su reino, pero no sabía por dónde empezar. Así pasaron los días, llovió, llegó el invierno y él ya no sabía qué hacer, cansado de tanto pensar, se quedó profundamente dormido.
     Entonces comenzó a soñar que flotaba en el espacio, vio pasar al planeta Marte, rojo como una manzana, luego sintió mucho calor y es que pasó muy cerca del Sol, a lo lejos vio un planeta muy bonito, que desde el espacio se observaba azul o verde, de repente de ese planeta salió un hombrecillo que viajaba a bordo de un extraño artefacto pegado a sus pies, se movía muy rápido, dejando una estela de luces, formando muchas figuras en el espacio; el duendecillo se le acercó y le habló en su mismo idioma
     —¡Hola, ¿cómo estás y de dónde eres?!
     El rey se quedó con la boca abierta y contestó:
     —¡Hola, estoy bien , soy el rey, pero no se de dónde soy!
     —¿Cómo?, ¿no tiene nombre tu país?
     —No es país, es mi reino.
     —Qué raro, ¿cuántos años tienes?, pues ya te ves un poco “betabel”.
     —No entiendo, lo que me preguntas.
     —Bueno ¿desde cuándo estás vivo y en qué año estás?, yo tengo 13 años y vivo en el 2100.
     —No sé, yo vivo desde que era chiquito.
     —¿Qué no sabes contar?¿Conoces los números?¿Cómo organizas tu reino?¿Sabes cuántos hijos tienes?¿Sabes cuánta riqueza tienes?
     El rey se quedó pensativo y sorprendido dijo:
     —¿Números? ¿Contar?... no, en mi reino todas las cosas me obedecen.
     —A ver, ¿sabes cuánto polvo de estrella dorada tienes? o ¿cuánta comida hay en tus bodegas?
     El rey contestó apenado:
     —No, y es precisamente lo que ando buscando, pero mis magos no me han podido decir que hacer, ¿Tú podrías?
     —Bueno, creo que sí, mira, en mi planeta, para saber cuánto tenemos, contamos y para contar usamos números.
     Conforme el rey lo escuchaba sus ojos se hacían más grandes y alcanzó a decir:
     —¿Contar?, ¿números? ¿De qué hablas?, no te entiendo nada.
     —Sí, sí, sí….ya me di cuenta, escúchame.
     El rey se puso pálido y se le pararon los pelos de punta, tanto, que incluso le tumbaron su corona, ya que en su vida nunca había recibido una orden.
     El duendecillo lo notó y le dijo muy sin pena.
     —No te enojes, que cuando conozcas los números te van a dar dolores de cabeza, porque no te van a obedecer, tú tendrás que obedecer todas sus leyes.
     —Empecemos: en mi planeta, a un grupo de cosas iguales le llamamos “conjuntos”, así, tú tendrías un conjunto de estrellas, un conjunto de cometas, un conjunto de meteoritos, etc. Pero te faltaría conocer cuántos son.
     El rey lo escuchaba muy atento, ya que se daba cuenta que eso era lo que necesitaba para organizar su reino.
     El duendecillo siguió hablando y le dijo:
     —Los números son unos signos, que nos indican cuántas cosas tenemos, te los voy a mostrar, préstame un lápiz.
     El rey contestó sorprendido y con pena.
     —¿Un lápiz?, oye, recuerda que no estás en tu planeta, dime para qué sirve.
     —Bueno, bueno…..es un artefacto que sirve para pintar.
     —¡Ah!, esto es lo que yo uso para pintar.
     El rey le mostró una barra que parecía de vidrio pero que cada instante cambiaba de colores muy brillosos, y con ella hizo unos trazos en el aire. El duendecillo se quedó con la boca abierta ya que los trazos en el aire quedaron pintados con muchos colores y chispitas doradas muy brillantes.
     —Oye —dijo el duendecillo—, se me hace que eres “grafitero”.
     —No sé que sea eso, pero yo me encargo de pintar todo lo que veo a mi paso.
     —Bueno, préstamelo, te voy a dibujar los números.
     El duende tomó el “lápiz” y de inmediato se percató que cambiaba de muchos colores.
     —Estos son los números.
     Y empezó a escribirlos en el aire, que con los colores, se veían muy bonitos.
     —El cero “0”, nos indica que no tienes nada, el uno 1, tienes una cosa, el dos 2, el tres 3, el cuatro 4, el cinco 5, el seis 6, el siete 7, el ocho 8 y el nueve 9, combinándolos puedes contar desde cero hasta el infinito, nosotros los denominamos números naturales.
     —Momento, momento,…te recuerdo que el infinito también es mío.
     El duende contestó:
     —Te recuerdo que los números no te van obedecer y si no sigues sus leyes te van a dar dolor de cabeza, con estos podrás hacer todo lo que quieras.
     De la oscuridad se escuchó una voz aguda que decía:
     —Mentiroso, mentiroso… ¿qué sucede si pierde una estrella o si le roban comida de sus almacenes, cómo los va descontar?
     El duendecillo le contestó, sorprendido, ¿Quién eres?, asómate para que te vea y te conozca.
     —No, porque todos me dicen que soy “negativo” y mi autoestima anda por debajo del cero.
     —No te preocupes —le dijo el rey—, en mi reino tenemos excelentes psicólogos que te ayudarán a sentirte bien.
     —Muy bien, voy a salir, pero no se rían por que me deprimen, pero eso si, sin nosotros no podrían contar.
     De la oscuridad surgió un personaje similar al duendecillo, pero tenía la cabeza al revés, viendo en sentido contrario al nuestro, y dijo:
     —Nosotros usamos la misma numeración, únicamente que a todos los números les anteponemos una rayita horizontal, que nos indica que son negativos.
     El duendecillo contestó:
     —¿También el cero?
     —No, no….de menos uno hasta menos infinito, todos partimos del cero, hacia el frente o hacia atrás, y como yo siempre veo hacía atrás, siempre cuento negativos, por eso mi depresión.
     El rey, que los había estado escuchando, intervino con una sonora carcajada:
     —Ja, ja, ja…….ya les entendí, creo que me resolvieron un gran problema, pues podré contar todo lo que existe en mi reino, pero como ahora los números naturales y negativos me pertenecen, los llamaré “ Los Números Reales”.
     En ese instante se despertó y de inmediato empezó a gritar como loco:
     —¡Vengan todos, vengan todos!, vamos a contar cuántos somos en el reino.

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