miércoles, 22 de febrero de 2012

De la lengua y los hablantes
Mtra. Carmen E. Acosta Betancourt

     Cuando hacemos alusión a esta frase generalmente recordamos una canción de Arjona, aquella que dice Jesús verbo, no sustantivo, y nos hemos preguntado el porqué de esa expresión. Las respuestas seguramente han girado en torno a pensar en la acción, en el tiempo, en no quedarse sólo en palabras y en denominaciones, sino en el cumplimiento del actuar, del hacer.
     Y es precisamente ése el significado del verbo, el que tiene que ver con la acción o el estado del sujeto. Y al inmiscuirnos al terreno propiamente morfosintáctico del verbo en nuestra lengua castellana, nos damos cuenta que los elementos que lo constituyen son complejos y a veces hasta irregulares. Nuestra lengua castellana tiene fama de ser difícil de aprender como segunda lengua, precisamente por el manejo de sus verbos. Y es que no es nada sencillo controlar modo (indicativo, subjuntivo, imperativo), tiempo (diez de indicativo, seis del subjuntivo, uno del imperativo), número (singular y plural), persona (primera, segunda y tercera), y hasta la voz (activa y pasiva) en su proceso de conjugación.
     ¿Por qué usamos subimos en dos tiempos diferentes, en presente y en pretérito? ¿Por qué si decimos en presente, yo subo, tú subes, él sube, no podemos usar nosotros subemos? O bien, ¿por qué decimos en pretérito yo fui cuando hablo de ir pero también fui cuando me refiero a ser? Fui a Puebla y estuve en las instalaciones de la Ibero; fui cordial con mis alumnos.
     Por otro lado, todos los tiempos pretéritos son agudos, es decir se forman con palabras agudas, por ejemplo: amé, escribí, leí, estudié; cuando usamos traducir, tener o hacer, por ejemplo, caeríamos en error si dijéramos: traducí, tení, hací y entonces se perfila una variante, la palabra se transforma en grave o llana y deberemos decir: traduje, tuve, hice.
     Generalmente, en la conjugación de nuestros verbos, la raíz (lexema) se mantiene sin alteración alguna, trátese del tiempo o el modo que sea, y ello nos va dando la pauta para facilitarnos el matiz que queramos comunicar, por ejemplo; amar, amaba, amaría, amaremos, amara, amaré, amen, etc. sin embargo hay sus honrosas excepciones que nos dejan sin palabras, es el caso, por ejemplo, del tan socorrido verbo ser, en donde encontramos variedad de lexemas: soy, era, sería, fui, es.
     En el caso del futuro, de manera ordinaría decimos: manejaré, leeré, partiré, resolveré, practicaré, puliré, convenceré, y ¿por qué en el caso de haber no decimos haberé, o en el de tener, teneré o en el de querer quereré? ¡No! Aquí la alteración es evidente: habré, tendré, querré.
     Siguiendo con la misma temática, difícil resulta conjugar el verbo satisfacer, sobre todo en pretérito de indicativo, sin embargo, se puede hacer fácil si tomamos como modelo el verbo hacer (el cual procede del latín facere donde la f inicial fue remplazada por h) y seguimos al pie de la letra el acomodo de los gramemas, así diremos: yo satisfice (de hice), tú satisficiste (de hiciste) él satisfizo (de hizo), nosotros satisficimos (de hicimos), ustedes satisficieron y ellos satisficieron (de hicieron).
     Este tema da para mucho, en próximas ediciones seguiremos comentando sus vericuetos, lo que sí me queda claro con estas pequeñas muestras al entrar en contacto con el verbo, que Ricardo Arjona tiene razón cuando usa la metáfora, Jesús es verbo, no sustantivo.

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