viernes, 16 de marzo de 2012

     Gonzalo Miranda Madariaga
     Puedo mirar esta vida, esta casa, este joven. Puedo darme cuenta de lo que es vivir. Lo hermosa que es la vida con ese cielo estrellado, con esas nubes de figuras extrañas que parecen estar siendo siempre moldeadas por Dios. Las montañas, triángulos eternos, libros llenos de historias, libros llenos de vida, siempre viendo algo nuevo, como un diario eterno, con tanto qué decir. Los árboles, que como con esa imponente letra “A”, la primera, son los primeros en hacernos vivir, soportando, siempre fieles, a este mundo, que la vida les pase, soportando siempre la irregularidad de la vida, sus estaciones, siempre cambiantes. Esos árboles nobles llenos de motivos, de razón, de vida para la vida, aferrados a ella. Respirar, ver, oler, tocar, amar, sentir, llorar, sufrir, comer, parpadear, caer, tropezar, levantar, superar, fracasar, caminar, tomar una pluma.
     Esta vida es hermosa, esta vida está llena de motivos alegres pero siempre escondidos, como si fueran invisibles, un volcán, una mañana, un sol, una tarde, una noche, una risa. Todo lo que rodea a esta estructura frágil, a este pobre necesitado de pulmones, de riñones y de corazón, todo lo que me rodea es siempre hermoso. ¿Por qué no estoy feliz todos los días? ¿Por qué siempre hay gente quejándose?  Si esta vida es hermosa. Somos una especie muy poco brillante. Porque no se es brillante por viajar a la luna, o por crear ilusiones virtuales o máquinas facilitadoras del trabajo. Se es brillante al gozar la perfección del sol, la coincidencia siempre brillante de que esté en la posición exacta para calentar pero no quemar, para enfriar pero no congelar, se es brillante cuando se aprecia lo único con esta total estabilidad del punto medio que es tan difícil de encontrar, se es mucho más brillante cuando se aprecia esa luna ladrona de sonrisas, porque no cesa de ver, desde ahí, dientes humanos, porque siempre está ahí  eterna a cada paso, dándole luz al que la necesita, pero dándole también oscuridad y calma. No cabe duda que somos parte de un plan perfecto, que el cosmos y los astros y las estrellas y los planetas conspiraron para que estemos aquí, siempre precisos perfectos.
    
    
    
     Ensayo
     Moda, Apariencias y Platón

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