lunes, 30 de julio de 2012

Aldo Osorio

      Para hablar de este tema, trataré dos enfoques: el de la organización política y el del cuestionamiento de las humanidades. A mi parecer debemos entender la importancia de cada uno y su relación, la cual debe ser mutuamente incluyente.
      La forma para educar ciudadanos conscientes del momento histórico y la situación política podría ser uno de los retos más complicados que un sistema pueda enfrentar. Esto se debe a que puede ser el causante de diversos conflictos que, si no son atendidos inmediatamente, provocarán un desorden y pueden poner en peligro la estructura social. Un ejemplo claro es el que expone George Douglas Howard Cole sobre el Estado-Ciudad de los griegos:
      En la Grecia clásica, la ciudadanía activa, y no meramente pasiva, era considerada como un deber normal y un privilegio de todos y cada uno de los ciudadanos; y la conciencia política aparecía ampliamente difundida en la comunidad entera, la cual consideraba la actividad pública como uno de sus intereses más constantes y agudos.
      Esto no podía traducirse en tranquilidad gubernamental. [...] Tampoco podía eso traducirse en sabiduría o prudencia públicas: la democracia ateniense, en los días de su decadencia, se volvió tan excitable, tan inestable y ciega, como la aristocracia era interesada y tiránica. (Cole, 1993, p.14)
      Queda claro que se necesitan establecer parámetros para controlar la discusión democrática y evitar la violencia en ella, pero que al mismo tiempo no disminuya la participación ciudadana. Probablemente aquí se encuentra una paradoja de los implementadores de política y/o los administradores públicos.
      El siguiente punto es la represión constante de determinados grupos a los demás. La doctora Martha Nussbaum sostiene que “siempre existen algunas personas que están dispuestas a vivir con las demás en condiciones de respeto mutuo y reciprocidad, y otras que se reconfortan con la dominación” (Nussbaum, 2010, p.53). El cuestionamiento sobre el impulso hacia la dominación nos llevará a un estudio sobre las bases de la dinámica social, y dos aspectos a destacar son la reciprocidad y la redistribución de los bienes.
      Una propuesta originaria de las humanidades, hecha por Paulo Freire, encuentra su proceso primordial en la superación de la lógica entre un opresor y un oprimido. Esto se promueve a través de un método pedagógico que no está diseñado de manera previa, con pocos referentes sobre la sociedad a aplicar, de ahí que surge la Pedagogía del Oprimido, ésta no es “para el oprimido”, debe surgir de la realidad colectiva:
      En verdad, [...], la razón de ser de la educación libertadora radica en su impulso inicial conciliador. La educación debe comenzar por la superación de la contradicción educador-educando. Debe fundarse en la conciliación de los polos, de tal manera que ambos se hagan, simultáneamente educadores y educandos. (Freire, 2008, p.79)
      Como ya hemos visto, la democracia necesita de las humanidades para darle su esencia, no puede basarse meramente en teorías que tienden a verlo del lado estructuralmente científico, sino que se necesita un constante cuestionamiento sobre las dinámicas y resultados que se expresan cotidianamente. La democracia no excluye, por el contrario, exige una interdisciplinariedad para su desarrollo. Si no se toma en cuenta lo anterior, entonces la democracia como tal, podrá efectuar acciones mínimas que servirán como una máscara a un gobierno tirano o autoritario.

Referencias
  • Cole, G. (1993), La organización política: doctrinas y formas. México: Fondo de Cultura Económica.
  • Freire, P. (2008), Pedagogía del oprimido. México: Siglo XXI.
  • Nussbaum, M. (2010), Sin fines de lucro: Por qué la democracia necesita de las humanidades. España: Katz

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