viernes, 12 de abril de 2013

Laura Díaz Mangas

“Quiero irme un año de intercambio a Alemania”, fue lo que les dije a mis papás cuando se me ocurrió empezar con esta experiencia. Recuerdo la cara que pusieron, los dos estaban sacados de onda, me empezaron a hacer muchísimas preguntas y me decían cosas como: “un año es mucho tiempo, Laura, Alemania está muy lejos, ¿no crees que es mejor Estados Unidos o Canadá?, ¿estás segura?”.

Siempre pensé que faltaban muchos meses para irme de intercambio hasta que una semana antes, empecé a hacer mi maleta. Fue todo un reto hacerla, ya que no puedes llevar muchas cosas y, en mi caso, me quería llevar todo lo que estaba en mi cuarto.

No me había dado cuenta en lo que me había metido hasta que estaba en el aeropuerto despidiéndome de mi familia y veía a todos los demás de intercambio igual de sacados de onda que yo. En ese momento empezaba el viaje. Viajamos más o menos unas diez horas y después, el grupo se dividió y cada quién tomaba diferentes vuelos. Horas después conocí a mi familia y estaba muy contenta, recuerdo que en el viaje hacia la casa no podía despegarme de la ventana, era irreal lo que estaba pasando.

Días después conocí a algunos mexicanos y una ecuatoriana, pues tomamos por un mes un curso de alemán. A lo largo de ese mes nos volvimos todos muy cercanos, éramos como una gran familia. El tiempo se pasó rapidísimo hasta que el curso terminó y todos se iban a distintas ciudades. Esta fue una de las partes más tristes del intercambio, pues en poco tiempo pasan de ser extraños a ser amigos y cuando menos te das cuenta deben de despedirse. Hasta la fecha es algo que no me gusta, las despedidas.

En ese momento era cuando empezaba el verdadero intercambio pues ya no iba a convivir siete horas diarias con mexicanos y ahora debía de ir a la escuela. Estaba aterrada y puedo decir que ese ha sido el shock cultural más grande que he tenido, pues al principio no entendía casi nada en las clases y también la forma en que me recibieron fue muy diferente a la que esperaba, pues en México, cuando llega un extranjero, todo el mundo se le acerca y es el centro de atención por unos días. Eso aquí fue distinto, aunque con el paso de los días se fueron acercando y eran buena onda.

Luego conocí a más personas de intercambio y puedo decir que se vuelven tus amigos muy rápido, simplemente por el hecho de no ser alemanes o de hablar un mismo idioma, aunque obviamente, a pesar de muchas diferencias también hay cosas que tengo/ tenemos en común con los alemanes.

Los primeros dos meses son pesados pero todo mejora poco a poco ya que después puedes entender mejor el idioma y ya estás más adaptado a todo.

Creo que ha sido el año más difícil pues estoy en otro país y lejos de casa pero sin duda ha valido mucho la pena, ahora veo todo de una manera distinta. He aprendido a valorar lo que tengo, a mi país, mi familia y amigos. Al final creo que de esto se trata un intercambio, de valorar, crecer como persona y abrir tus horizontes a algo nuevo. Sin duda creo que ahora estoy más orgullosa de la persona que soy a la que era unos meses atrás.

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