jueves, 13 de marzo de 2014

Miranda Ramírez Vela

     Está claro que las generaciones cambian y no viven lo mismo, esta generación no vive o siente igual que la generación de los padres, ya no se usa el término “la vida color de rosa”, hoy en día sabemos que eso es una vil mentira; se viven días buenos y malos. Esto se debe a la madurez de cada generación y al contexto en el que se desarrollaron.
     Socialmente hablando, hace 30 años los adolescentes podían salir en la noche caminando solos sin miedo a que los asaltaran o los secuestraran. Hace 30 años la gente vivía a su tiempo, es decir, pasaban por todas las etapas sin adelantarse, a diferencia de nuestros días, donde los púberos se creen adolescentes, y los adolescentes adultos, claro sin la responsabilidad que esta etapa de vida exige.
     Considero que toda esta situación gira en torno a la capacidad de adaptación de cada generación, como mencioné anteriormente que hace 30 años la gente vivía sus tiempos, lo comparaba con la vida que yo vivo, yo vivo de prisa, vivo acelerada, son raras las veces en las que me detengo a apreciar las cosas bonitas que desgraciadamente muy pocas personas las sigue valorando. En ese aspecto tengo que reconocer que esta generación carece de capacidad para valorar las cosas que realmente importan, solo corremos dejando lo que sea atrás con tal de llegar a una meta que generalmente es el poder y el dinero.
     La adaptación de los adolescentes sin importar el tiempo, es de acuerdo a su contexto, ninguna generación ha vivido las mismas situaciones; el mundo sufre cambios siempre y así continuará, hay que aprender a adaptarnos, a nosotros nos tocó una realidad más dura y fría, lo que tenemos que hacer es aprender a sobrevivir en ella, pero tenemos de forma urgente que aprender a decidir y a ser responsables y tener claro que  no hay dos adolescencias.

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