martes, 23 de marzo de 2010

Lic. Carolina González Barranco
Profesora de Ciencias Sociales
En las últimas semanas se han registrado sismos y lluvias que han colocado a la población en una situación de franca vulnerabilidad frente a la naturaleza.
    La comunidad se ha visto sensibilizada ante el dolor, las pérdidas humanas y materiales en diversos puntos del Continente. De manera reciente, podemos citar al hermano país de Haití que sufrió un sismo de 7 grados; la devastadora inundación en Chalco y algunos días atrás el terremoto de 8.8 grados en escala de Richter en Chile.
    La mayoría de nosotros nos hemos conmovido ante estas terribles tragedias, muchos hemos buscado la forma concreta de ayudar. Para algunos esas personas nos recuerdan nuestra propia fragilidad, más aun, nos recuerdan que, aunque jamás pasemos por una situación similar en este momento ellos nos necesitan y les hacemos saber que no están solos, estamos con ellos, ayudando genuinamente.
    Este escrito posee en sí mismo una invitación a ser solidarios, primero en estos momentos de emergencia y posteriormente a dar un paso más; una vez que hemos colaborado en tiempos extraordinarios voltear a nuestro propio entorno y ejercer nuestra bondad, empatía y apoyo con quienes se encuentran a nuestro alrededor. México tiene sus propias tragedias diarias, aquellas a las que tristemente algunos parecen irse acostumbrando.
    Si la violencia, la corrupción y la pobreza han dejado de indignarnos y han dejado de invitarnos a participar en su detrimento, corremos el peligro de volvernos cómplices de aquello que un día nos pareció inhumano.
    Los Estados tienen la obligación de proporcionar no solo ayuda subsidiaria, sino otorgar los elementos para convertir a las víctimas de estas desgracias en personas que gocen autonomía y no de una eterna dependencia. Por nuestra parte, el reto será reconocer que dar lo que nos sobra, no es dar…
    Siempre podrán surgir y resurgir horizontes esperanzadores en la medida que cada quien haga lo que le corresponde; nos reconozcamos en el otro y empaticemos con la alegría y el dolor ajenos.
    Nuestra ayuda y solidaridad hoy día son indispensables; mañana y siempre también lo serán.

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