miércoles, 10 de noviembre de 2010

Raymundo Rodríguez Carrillo
Sin duda alguna la Experiencia Rural de la Prepa Ibero Puebla, que envía a alrededor de 50 alumnos a una comunidad rural por una semana, es una de las actividades más increíbles que uno pueda vivir en su tiempo de preparatoria.
    Eran las 9:00 am del día 4 de octubre del presente año cuando las áreas de Humanidades y Económico-Administrativo salimos en un camión rumbo a una comunidad llamada Calpan, ubicada a 45 km de Cholula, rumbo al Popo. No paraba de escuchar a mis compañeros quejándose “Ay qué miedo, ¿no crees? ¿Y si nos hacen algo?” Una y otra vez esos comentarios, antes y durante el camino a Calpan. La incertidumbre era general.
    Llegamos a Calpan alrededor de las 11 am y nos enteramos que nos dividirían en dos grupos: unos se quedarían en Calpan, otros nos iríamos a Ozolco que es otra comunidad, pero más alejada y cuando les digo que estábamos a sólo 10 km del Popo, ya entenderán lo lejos que estábamos; era más rural, más hostil el ambiente que el de Calpan. No había puestos para comprar comida (sólo unas cuantas tienditas), no había baños limpios, ni regaderas con agua caliente, pero, ¿saben algo?, eso fue lo mejor que nos pudo haber pasado puesto que aprendes a valorar todo lo que aquí gozas y, después de casi una semana de no bañarte, créeme que valoras una simple regadera.
    Los días transcurrieron en Ozolco, desde que llegamos y nos asignaron el cuarto de velación (o al menos eso es lo que pensamos todos los que estuvimos ahí), pasando por el tiempo que estuvimos con las familias, hasta que encontramos unos baños donde tomar un regaderazo, las experiencias vividas nadie nos las quita.
    En lo personal aprendí muchísimo, como no tienen idea; a mí me tocó ir junto con una amiga, Verena, con una familia que no tenía mucho dinero; se notaba en su casa y en las propiedades del señor. Se llaman Doña Josefa y Don Ignacio, personas maravillosas sin duda alguna, nos dieron de desayunar y de comer todos los días, yo sé que era un sacrificio para ellos puesto que el dinero no les sobra, pero para ellos éramos sus visitas y lo valíamos.
    Hacer los trabajos que ellos hacen es agotador y creer que Don Ignacio tiene que caminar hasta el Popo para cuidar a sus toros, recoger cosecha, mientras el Sol te quema; buscar durante horas comida para los borregos y, luego pasearlos en ese mismo Sol, sólo para que no se harten. Él hace todo eso para sobrevivir y yo, quejándome aquí en Puebla porque no me alcanza para un café en Starbucks. Súmale que hasta a un entierro fuimos y también es diferente de Puebla. Allá todos sufren la muerte de alguien, lo comprobamos Verena y yo. Caminamos desde la iglesia hasta el cementerio con todos los conocidos de la señora fallecida, fue cansado, pero ver el dolor de los hijos de la señora que recién había muerto fue, sin duda, una de las cosas más feas que he visto... pero aprendí a valorar que yo tengo una madre y que reprocharle que no me lleve una tarea a la escuela no se compara en nada a lo vivido en el entierro.
    Una semana estuve en Ozolco, muchas cosas pasaron, pero sólo te puedo decir una cosa, si tienes la oportunidad, víve esta experiencia no te arrepentirás. En lo personal jamás olvidaré esa semana y doy gracias a Dios por haberla vivido.

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