martes, 4 de enero de 2011

Agustín López Ruiz
Tercer semestre
    Rodrigo era un niño que vivía en Playa Azul. Todos los días, al salir de la escuela, pasaba cerca de una casita muy pobre hecha de madera. Tenía el techo de aluminio y las ventanas, sin cristales, cubiertas con papel periódico.
    En la puerta de la humilde casita, siempre que Rodrigo pasaba, estaban sentados tres niños pequeños. Cuando veían a Rodrigo quedaban embobados viendo su ropa y su mochila nueva y murmuraban entre ellos:
    --“Seguramente él tendrá una casa grande y bonita con mucha gente que lo quiere.”
    --“También ha de tener una cama en donde dormir sin pasar frío, y muchos juguetes.”
    --“Cuando llegue a su casa habrá mucha comida y galletas y dulces.”
    --“También tendrá muchos amigos con quienes jugará futbol.”
    --“Seguro él irá de viaje con sus padres y hermanos.”
    Rodrigo escuchaba sus voces al tiempo que su cara se llenaba de lágrimas y sentía cómo su corazón se le oprimía en el pecho. Entonces pensó que él podía ayudarles. Tiempo después, Rodrigo llevaba ropa y comida a menudo a los tres niños, incluso le pedía a sus compañeros y amigos que le apoyaran en esta labor. En sus tiempos libres iba a la casa de los niños y les enseñaban juegos, les leía historias y jugaban fútbol. Sin embargo, al final del día, Rodrigo se sentía impotente y cuando regresaba a su casa lloraba en la soledad de su habitación pensando que no era justo, que los niños tenían derecho a no pasar hambre, a ir a la escuela y a tener sueños como los demás niños que él conocía, como él mismo.
    Pasaron los años, Rodrigo creció, salió de la escuela y se fue a estudiar fuera de Playa Azul. El día que se despidió, el niño más pequeño le entregó una figurita tallada en madera por él mismo; era la figura de un niño de cabello rizado y la cara llena de bondad. Al tomarlo, Rodrigo sintió la gratitud del pequeño y entonces descubrió que hay cosas que sólo se pagan con amor y son los detalles cotidianos con los otros los que llenan el alma de paz.
    Hoy, ha pasado el tiempo, Rodrigo es doctor y en un estante de su consultorio, guardado en un lugar muy especial, tiene un tesoro de amor que en el pasado le talló un niño, y en sus momentos más difíciles lo mira y la fuerza del recuerdo es tan poderosa que vuelve a sentirse en paz y sus deseos de servir a los demás se reaniman.

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