jueves, 24 de marzo de 2011

Mildred A. Rivera Navarro
     El robo es un problema muy común en todas partes, tan común que incluso llega a pasar desapercibido por las autoridades; sin embargo, no se les puede culpar de todo a éstas, ya que la persona a quien le roban debe denunciar inmediatamente o, desde un principio, ser más cuidadosa con sus objetos personales.
     Seamos realistas, si día con día nos encontramos en un sitio en el cual no es necesario prestar atención máxima a tus cosas, ya que las personas con las que convives son “incapaces” de robar algo, por supuesto nunca somos cuidadosos. Por un lado eso está bien, porque significa que estamos en un ambiente de confianza que hace que todo sea más fácil y cómodo, pues te quitas de preocupaciones, pero es esa misma confianza la que un día nos traiciona. Simplemente con que haya una persona que roba o hace cualquier otra cosa que rompe con el equilibrio del ambiente de confianza, se pierde todo. Nos quedamos viendo los unos a los otros, nos fijamos en quién lleva qué cosa, y así sucesivamente hasta llegar al punto de los chismes y las enemistades y esto contribuye a que un problema acarrea más problemas.
     No voy a echar el típico discurso de “oigan, ya no sean mala onda y el que sea que esté robando deje de hacerlo porque bla bla bla bla…” Lo único que quiero lograr con este sencillo escrito es que reflexiones un poco acerca de este problema. Yo no soy una mamá que te va a decir lo que tienes que hacer o una maestra que te va a regañar, suspender etc., soy una compañera más en la escuela diciéndote a ti, compañero, que te des cuenta de lo que está sucediendo.
     En primer lugar, estudiamos en una escuela de espíritu humanista. No nos están educando para conseguir lo que queremos arrebatándoselo al otro, sino todo lo contrario, para apoyarnos entre todos y con ello conseguir algo grande. En segundo lugar, Dios dice que es malo robar, ¿no? Eso debería ser suficiente para los católicos, cristianos y demás creyentes; y, si eres ateo, simplemente date cuenta de lo mal que te ves robándole al otro. Eso sólo obstaculiza tu formación como persona, y por último, ¡qué vergüenza! Imagínate que te robaron algo y cuando fulano te pregunta “¡No me digas! ¿Dónde te lo robaron? Pones cara de “ups” y contestas, “pues en mi escuela”, creo que no es necesario describir la cara que pone el otro.
     Como ya dije al principio de este escrito, el robo es algo muy común y así va a seguir siendo si nadie hace algo al respecto. A los primeros que debemos culpar, antes que a cualquier otra persona, es a nosotros mismos, sobre todo si somos, como siempre nos dicen, “el futuro del país”. Mientras yo no haga nada, nada va a cambiar, así que tal vez ya no debería quejarme tanto, o mejor aún, debería empezar a hacer algo. ¿Qué? Eso te lo dejo a tu criterio, pues yo ya tengo el mío y es sólo mío.
     Si leíste esto, ojalá lo tomes en cuenta, o por lo menos les recomiendes a otros que lo lean y mientras tanto corre la voz, y sobre todo cierra tu locker con doble candado.

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