viernes, 15 de febrero de 2013

Fernanda de Dios del Muro

Ser corpóreo, no significa solamente tener cuerpo y alma sino implica estar en relación directa con el mundo, con lo que nos rodea; esto incluye al campo. Lo que suceda con el sector agrario nos afecta directa e indirectamente a nosotros. Todo lo que vemos y comamos, está relacionado con lo que los campesinos hacen y viven. Es por ello que retomamos el tema de la inclusión del agro al proyecto de nación desde esta perspectiva. La importancia de hablar sobre la inclusión del sector agrario al proyecto de nación se basa en el acompañamiento de los campesinos como parte de nuestro mundo y que dependemos de ellos directamente, además de que ellos necesitan de nosotros. Al ser encarnado en el mundo y tener relación directa con los demás, el otro es inherente a la persona, por lo que siempre se debe pensar en él; este pensamiento lleva a la responsabilidad que tenemos de ser para el otro en el mundo, considerarlo en nuestra toma de decisiones, en nuestro reflexionar y actuar. Desde esta postura ¿incluir al sector agrario al proyecto de nación es necesario? Lo es, porque primero somos responsables del otro. El proyecto de nación es para el bien común, pero es complicado quedar bien con todo el país, porque todos tenemos necesidades diferentes. Esto no significa que se excluya a cierto sector de población, en este caso al sector agrario. El agro ha estado en cabeza y manos a lo largo de la historia mexicana.
Nuestro campo, ha sido origen y causa de grandes movimientos sociales que han contribuido a la construcción de la patria: como ejemplo Emiliano Zapata con su estandarte revolucionario “Tierra y Libertad” o el cambio radical de la estructura de la tenencia de la tierra promovida en el gobierno de Lázaro Cárdenas en donde el ejido no fue considerado una etapa transitoria hacia la pequeña propiedad ni complemente salarial, sino concebido como el eje principal para emprender una transformación de fondo.
Contextualizando, durante la Revolución Mexicana en 1910, en donde la demanda de más de 10 millones de campesinos para una justa repartición de tierras fue el motor para que se levantaran en armas, teniendo así resultados concretos, tales como el esclarecimiento del artículo 27 de la Constitución que dice “el derecho de propiedad de las tierras y aguas dentro de los límites del Estado pertenecía a la nación”. Esto naturalmente no negaba el derecho de propiedad, pero los campesinos
lograron imponer “las tierras quitadas ilegalmente a los ejidos o a campesinos individuales debían ser incondicionalmente devueltas”. Cito textualmente a Mroziewicz (2002) en su artículo El problema campesino en la revolución mexicana: “Con su afán más o menos consciente de obtener o recuperar la tierra, se convirtieron en fuerza motora importante de la Revolución Mexicana.”
Históricamente, el sector rural, en términos de mercado, es uno de los más golpeados por las crisis y ha sido excluido por el modelo económico del país. “La cuestión rural no es un problema menor. Cerca de 10 millones de personas mantienen una estrecha relación laboral con el campo, generando bienes y servicios en sus unidades productivas, como jornaleros agrícolas o trabajando sin remuneración monetaria, como sucede frecuentemente con las mujeres y los menores de edad” se afirma textualmente en el artículo El campo mexicano de la Revista Tiempo Real.
Estar conscientes de que el sector agrario necesita de nuestra ayuda es un gran paso, pero hay que plantearnos desde dónde estamos, cómo podemos contribuir o qué podemos hacer para ayudar a este sector, del cual dependemos.
Entender la situación del otro, como parte de su cultura debida a su circunstancia, nos hará tener una amplia visión sobre cómo auxiliar al agro, y comprender el porqué de sus múltiples costumbres y tradiciones, para así, a través de ellas, atender los problemas específicos que se presenten en las regiones.
Se debe incluir el sector agrario al proyecto de nación, desde donde nos encontremos debemos pensar en que toda la población se merece vivir dignamente y, sobre todo, en paz. De ahí la importancia de reconocer que el agro es una responsabilidad consciente de todos.

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