viernes, 6 de diciembre de 2013

 María Magdalena Castro Sam

     Después de la semana de Experiencia Laboral, uno puede darse cuenta de que esta es realmente una experiencia. Es inevitable escuchar a tus compañeros comentar acerca de las cosas que pasaron, risas y frustraciones que solo son posibles de esta manera.
     Desde el principio hasta el final, esta semana se convirtió en una vivencia nueva y enriquecedora. Por supuesto, qué mejor que aprender a pedir trabajo puesto que algún día tendremos que hacerlo. Es posible que ninguno de nosotros en el futuro lleguemos a trabajar como obreros, pero esta actividad es un momento idóneo para la reflexión.
     En lo personal me llevo mucho de esta experiencia. Creo que en primera instancia es sorprendente ver cómo se realizan productos que se encuentran en nuestra vida cotidiana y que no llegamos a ver lo que hay detrás de él: el trabajo de obreros cuyas condiciones son precarias y que no cuentan con las mismas oportunidades de trabajo; una actividad pesada y no siempre fácil de la que depende su modo de subsistir.
     Durante la semana tuve la oportunidad de conocer gente que comúnmente no habría conocido, personas que tuvieron que dejar de estudiar y que deben mantener a una familia. No siempre sabemos apreciar lo que tenemos, y aunque nos lo repitan una y otra vez, a veces simplemente despreciamos lo que nos dan: la comida, el techo, la ropa; cosas que a nosotros pueden parecernos superfluas y al alcance de la mano y que para otros es muy difícil conseguir.
     Al escuchar las historias de vida de estas personas, me di cuenta de que, comparadas con la mía, la suya es extremadamente dura. Esto me permitió pensar muchas cosas. Por una parte, es evidente que el mundo se encuentra en constante cambio y que cuando salgamos de la universidad la demanda de trabajo va a ser menor que la competencia; lo que significa que encontrar un modo de sobrevivir en la jungla de asfalto va a ser difícil.
     Por otra parte, no solo se trata de pensar en nosotros mismos, nuestro trabajo y nuestra vida. Al final de cuentas, creo que también se trata de ayudar a los demás. Es bastante obvio que no es posible hacer nada porque a los trabajadores les suban un sueldo o que consigan mejores condiciones de vida por nosotros mismos; sin embargo, es posible hacer que cada vez más personas se unan a la causa por una mejor vida para todos.
     Este será un proceso que tal vez dure generaciones pero mientras seamos cada vez más es posible hacer un cambio desde las acciones cotidianas; como dice David Mitchell: “tal vez nuestra voz sea una gota en un océano interminable, pero ¿Qué es un océano sino una multitud de gotas?


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