viernes, 6 de diciembre de 2013

Por Mariana Maza y Ana Victoria Rodríguez

     La semana pasada realizamos nuestra experiencia social, donde tuvimos la oportunidad de convivir con niños que en este momento, se encuentran en tratamiento dentro de Hospital Regional de este Puerto Jarocho o residiendo dentro de la casa de asistencia del grupo AJA ( Amigos de Jaime en Acción) que hace una labor altruista de servicio y solidaridad con los más necesitados.
     Esta experiencia fue totalmente algo nuevo para nosotras debido a que al momento de realizar la planeación de nuestras actividades teníamos que tomar en cuenta todos aquellos factores que limitaban a los niños con quienes compartimos este tiempo, por ejemplo, si podían o no correr, levantarse de su cama o realizar cualquier tipo de esfuerzo físico.
       Al llegar a la casa de asistencia todos nuestros planes se alteraron. Para comenzar, nos dimos cuenta que en ese momento dentro de la casa sólo se encontraban cuatro niños, por lo que nuestras actividades (planeadas para un mayor número) tuvieron que cambiar un poco.
       En ese momento tomamos la decisión de dividirnos las actividades, ya que, había un mayor número de niños que se encontraban en el hospital.
     Llegar al hospital fue una experiencia extraña, desde el momento en que entramos y observamos a muchas personas durmiendo afuera, esperando por un milagro para sus enfermos, hasta el momento en que pasamos por las puertas que conducen al área de pediatría; vimos a niños que se encontraban en una situación muy triste, algunos de estos pequeños se mostraban antipáticos, aletargados, la mayoría se notaban cansados debido a la dureza de su tratamiento. Ahí fue cuando nos dimos cuenta que no todos somos tan afortunados de contar con una niñez placentera, sana y sin preocupaciones, que hay niños que día a día combaten contra una enfermedad que amenaza su vida.
       Como grupo tomamos la decisión que, durante esa semana, trataríamos de hacer la estancia de los pequeños en el hospital un poco más alegre y digna aún en medio del dolor y tristeza.      Aprendimos mucho, sobre todo, a apreciar más lo que tenemos, entendimos que dedicarle un poco de nuestro tiempo a un niño puede hacerlo sentir mucho mejor y que para él tener alguien nuevo con quien hablar y reír es toda una aventura y que dar nos hace más fuertes ante la vida.  

         

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