jueves, 31 de julio de 2014


Abraham Antonio Sánchez Lima

Dizque un ruido avasallador, viene llegando desde el rincón.
Es a la par, el eco de mi voz, el que quiere querer bien al silencio.
Virtuoso, tan poco afanoso, que nos separa. Leve cantor.
Por las ramas del cedro, desplazan las voces, de la palabra que cayó.

Es la punta de la pluma, cansina  y mente.
Ciegamente sigues amando a tanta gente.
Es la brisa el preludio de algo bueno en Palavás.
Es la fuerza, tuya, la de las palabras y más.

Y a veces, sin querer contestar esta carta.
La réplica está dispuesta en la mesa, en la carretera.
En la voz de la dama que violentamente se acerca.
Sabes que el Payo, también con ganas de someramente hablarte y al cante.

Quién diría, que la mirada y las palmas nunca se juntarían.
Quién pensaría, que del convencimiento al sentimiento hay sólo tiempo.
Menos que nada, están estas palabras siendo el puente de nuestra convención.
Más que todo, estas lívidas.

No hace falta, una lineal conversación de café.
Ni más que el estupor de ese vulgar sistema de estímulo y respuesta.
Jamás llegarán a empatar, los números con las palabras.
Ni terminar de completamente empalmar las rosas y las espinas.
Porque  no es tarde de quererse nuevamente, la palabra y el engaño.

Y aquella ha de volver a pagar su cobardía. De callar, jamás hablar.
Dejar lo sublime por lo vano, y estas palabras que cenizas hechas quedan.
No será tarde para amarse nuevamente, si el recuerdo queda.
Ciegamente te volverás a quedar. Pero espero, vida, no vuelvas a callar.

Eres frontal, como la vertiginosa mancha del vino tinto.
Que escurre de tu boca, a la copa, a tus manos. A tus brazos.
Golpe de los altos tacones. Vehemencia en tus labios.
Oscuridad en la tarde, que la noche con bálsamo enfundó.

En la mañana, o en la noche que en mi pienses. No quiero que digas que te sorprendí.
Puesto que con sinceridad, mi cariño siempre fue para ti.
Suceden tantas cosas, amor. Eres amor, complejidad. Y otro lenguaje.

Porque quién entiende la arbitrariedad, sabe que el amante es todo o nada.
Malas nuevas, y el orden anterior del letargo y la ambición.
Por momentos de la lujuria, pasión, desazón.

Y a veces, sin querer contestar esta carta.
La réplica más que puesta en la cabeza, con letras de paciencia y corteza.
En la voz de la dama que ahora con más templanza, parte plaza.
La cínica canción del gitano, que cala hasta los huesos.
Con la misma efervescencia y efusividad de aquellos besos.

Siguen siendo los sueños, dulces y amorosos.
Empalagosos, sobrios, como vuestros ojos moros.
Al igual que esas manos que dicen todo.
Esos demonios que emulan ser Miuras, cabezones toros.

Sólo vengo, te traigo esta canción. Vestida con capas de seda cruda.
Y estos besos, de agua tibia. Tan tibios como las naguas que
Con el roce de tus piernas, y los arrayanes de tus lunares
Van siendo embelesos de mis versos.

Y dicen por ahí, que en martes ni te cases ni te embarques.
Los martes pa’ darnos disgustos está bueno. Y eso que la frivolidad del miércoles,
Está en el ombligo de tu pensamiento, de tu cuerpo, del necio tiempo. 
Es tu luz, mamacita. La que pone en vilo el aire que mueve tu celo con tiento.

Y a veces, sin querer contestar esta carta.
La réplica más puesta está en los deseos de amor, amor.
No hace falta decir que me quieres. No me atormentes con esa impelida verdad.
En la voz de la dama que ya por último con más fuerza, pronunciará con unción.

Y a veces, sin querer contestar esta carta.
La réplica más puesta está en los deseos de amor, amor.
No hace falta decir que me quieres. No me atormentes con esa impelida verdad.
En la voz de la dama que terminantemente, con su voz y esencia del verbo me hendió.

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